“Señor taxista, a la guerra, por favor”

Nuestro protagonista, el Renault 8C, rebautizado como
Renault Marne. Aún se conserva uno en el Museo
del Ejército de París.
En los primeros meses de la Primera Guerra Mundial, el avance alemán por territorio francés parecía imparable. Los boches se movían lentamente pero sin descanso, con una maquinaria pesada que no parecía tener rival, y con un millón y medio de soldados cuyo objetivo era ocupar Francia. Sin embargo, el 5 de septiembre de 1914 ocurría el milagro: las tropas francesas detenían el avance en la primera Batalla del Marne. Aquella batalla supuso un punto de inflexión en el transcurrir del conflicto, y aún hoy es considerada una genialidad y un hito histórico, pero pocos saben que más que de un elaborado plan estratégico, el resultado fue producto de la improvisación y de uno de los hechos más absurdos de la historia bélica.
Los primeros días del mes de septiembre todo parecía perdido para los franceses, que asistían impotentes al inminente ataque alemán sobre París. Ya se había iniciado el traslado del gobierno a Burdeos, e incapaces de enviar soldados al frente por no contar con medios de transporte, en la capital habían quedado 6.000 reservistas que esperarían la llegada del alemán y tratarían de defender la ciudad con barricadas en las calles. Pero un mensaje interceptado por una antena instalada en la Torre Eiffel cambiaría los planes. Sin que nadie lo esperase, el ejército alemán se había detenido en las orillas del río Marne, a unos 30 kilómetros al Este de París. Muchos oficiales franceses se dieron cuenta de que si París lograba desplazar a sus soldados hasta el frente junto a las tropas en constante retirada, existía la posibilidad de que los alemanes nunca alcanzasen la capital, y así se lo transmitieron al general Gallieni, gobernador militar de París.
Los taxis concentrándose en Los Inválidos, París.
Fue entonces cuando obró el absurdo: si no tenemos vehículos capaces de trasladar a tantos hombres y víveres al frente, llamemos a un taxi, debió pensar algún francés. Aquella noche, se reunieron en la plaza de Los Inválidos, 600 taxis. Poco nos sorprendería el hecho si hubieran sido vehículos expropiados o voluntarios, pero no era así, de verdad alguien había “llamado” a aquellos taxistas, que cobrarían el 27% de la carrera que marcasen sus recién estrenados taxímetros. “A la batalla, por favor”, debieron indicar los soldados al montar.
Por la noche, la columna de 600 vehículos (en su mayoría Renault 8C de 10 CV) realizó dos viajes hasta el Marne con las luces apagadas. Algunos autores cuentan que dichos viajes fueron un auténtico desastre: algunos taxistas fingieron averías por miedo a llegar a la línea de frente, otros circularon vacíos, y por supuesto, la disciplina militar brilló por su ausencia, pues hubo conductores que hasta se retaron a hacer carreras, se adelantaron, etc. Motivo de esto quizás fuera el hecho de que tenían prohibido transportar agua para consumo, y en su lugar, recibieron vino.
Sea como fuere, y ebrios o no, por absurdo que pueda parecer, lo cierto es que los soldados franceses llegaron a su objetivo y el día 5 de septiembre, por primera vez, lograron hacer retroceder al ejército alemán. Y por cierto, para muchos expertos en historia militar, este fue el acto inaugural de la infantería motorizada.

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