La Casa Blanca... ¡destruida! ¡Y por el Presidente! ¡Dos veces! (2)

Si ayer hablábamos de una fiesta que se iba de las manos... hoy no vamos a ser menos. Volvemos a Estados Unidos, a la Casa Blanca, y de nuevo de manos del mejor anfitrión, el Presidente Andrew Jackson.


Era 1835, habiendo pasado seis años desde aquella fiesta que casi mata al Presidente, un coronel llamado Thomas Meecham regaló a Jackson un queso que pesaba ¡más de 700 kilos! y medía más de 3 metros de diámetro. 
Sin dudarlo ni un momento, el Presidente decidió compartirlo con el Pueblo. Con "P" mayúscula. La fecha señalada sería el 22 de febrero de 1837, conmemorando así el nacimiento de George Washington.

Los meses pasaron y el olor invadía toda la Casa Blanca, pero al fin la fecha llegó, proclamándose dos días antes la invitación del Presidente.

El "Queso de Jackson" atrajo a 10.000 personas. Según se dice se podía oler a casi un kilómetro del lugar.

Esta vez se pusieron medidas de seguridad para que no se pudiese acceder al edificio, pero sí hubo un problema que no parecía estar previsto, y que pagó el siguiente presidente, Martin Van Buren, y es que la residencia presidencial estuvo oliendo a queso durante muchísimo tiempo, impregnando con su olor alfombras, sillones, tapices...

Pese a las dos extrañas fiestas que hemos indicado y los destrozos de la primera de ellas, que parece que trajeron consigo una abultada factura, el Presidente Jackson fue muy popular y, a diferencia de algunos de sus homólogos posteriores, luchó contra las fuerzas económicas, como el National Bank, porque consideraba que era anticonstitucional y antidemocrático (reforzaba los privilegios de los más ricos frente a la mayoría), que exponía el gobierno a intereses extranjeros y que favorecía a unos estados de la Unión (los del noreste) sobre otros.




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