Muertes absurdas 2: Enrique I de Castilla

Enrique I de Castilla
Aún en el año 2015, en pleno siglo XXI, ocurre que la corona se posa sobre cabezas masculinas antes que sobre las femeninas aún cuando las féminas sean mayores en edad. Y de igual manera ocurría en el siglo XIII, cuando el real culo de Enrique I se posó sobre el trono de Castilla antes que el de su hermana Berenguela. Y, por supuesto, la minoría de edad del primero no fue obstáculo para que así fuera.
Efectivamente, Enrique I llegó al trono con apenas 10 años de edad, así que se impuso una regencia por parte de nobles castellanos. Con 12 años fue casado con Mafalda de Portugal,(sí, Mafalda, pero no esa Mafalda que estás pensando), que a la sazón, era prima suya, pero eso tampoco impidió que el monarca se casase.
Sin embargo, el destino quiso que el reinado de Enrique fuera efímero, por no decir casi ficticio, pues en los pocos años que duró en el poder, Enrique nunca tomó decisión propia, y por no hacer, obviamente, tampoco consumó su matrimonio.
Un día de 1217 se encontraba el niño en un patio de su residencia en Palencia con varios amigos, cuando, en mitad de un juego, uno de los niños subió a un tejado para poder contemplar desde lo alto al resto de jugadores. Las tejas estaban sueltas, y quiso el azar que una de ellas fuera a atravesar la misma cabeza sobre la que 3 años antes se había posado la corona de Castilla.
Se conoce que estaba feo aquello de dar a conocer que un rey muriese mientras jugaba, mejor un rey "preparado" y trabajador, así que los Anales Toledanos Primeros, prefirieron la fórmula: “El rey don Enric trevellaba con sus mozos e firiolo un mozo con una piedra en la cabeza non por su grado e murió ende VI días de junio en día de martes era MCCLV”. 
Pero la historia no acaba ahí, el conde Álvaro Núñez de Lara, que por entonces era el regente, al ver que se le acababa el negocio, optó por ocultar el cadáver del niño y negar su muerte. Pero su hermana Berenguela, logró encontrar el cuerpo y darle sepultura en el panteón del Monasterio de las Huelgas de Burgos, donde aún yace. Y así fue cómo la corona de Castilla regresó a la primogénita.
Que por cierto, a pesar de aquello de "lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre"... bueno, tampoco hay que tomarlo al pie de la letra: el matrimonio de Enrique con Mafalda fue anulado bajo el pretexto de que los cónyuges eran familia, y lo que antes no fue impedimento para su matrimonio, ahora justificaba su anulación. Total, tampoco habían llegado a consumarlo, debió pensar el papa.

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