Encerrados 1: Mustafá, Ibrahim y la Jaula dorada otomana
Empezamos un especial dedicado a esta cuarentena en el que abordaremos a personajes que también pasaron un tiempo encerrados, pero en algunos casos bastante mejor que nosotros. Y claro ejemplo de ello son los personajes de esta primera entrega, que durante su encierro lo pasaron bien pero a su salida se les torció un poco la cosa...
Nos trasladamos al Imperio otomano, ahora de moda gracias a la serie de Netflix (que también tenéis tiempo de echarle un vistazo), donde se instauró una curiosa costumbre en el siglo XVII que en realidad no era del todo novedosa, pero que tuvo mayor acogida en este período.
Nos trasladamos al Imperio otomano, ahora de moda gracias a la serie de Netflix (que también tenéis tiempo de echarle un vistazo), donde se instauró una curiosa costumbre en el siglo XVII que en realidad no era del todo novedosa, pero que tuvo mayor acogida en este período.
Por aquel entonces la corte otomana era un lugar en el que volaban los cuchillos (esto tampoco era novedoso, pero allí más que en otras cortes), y era bastante habitual que los distintos herederos se echasen las manos al cuello de la forma más literal posible. Así, el mayor enemigo de un heredero eran sus propios hermanos, sus tíos, primos y demás familiares.
Para prevenir guerras civiles derivadas de estos conflictos sucesorios, los sultanes otomanos o candidatos se dividían entre los partidarios de acabar con la vida de todos los posibles enemigos y los partidarios de encerrarlos de por vida.
A decir verdad, hasta el siglo XVII los partidarios de la primera opción eran mayoría, y entre ellos destacaron personajes como Mehmed III, que se limpió a diecinueve hermanos menores (que se dice pronto y se matan más despacio) estrangulándolos el mismo día de la muerte de su padre.
Aunque hay quien propone que el abuso de Mehmed fue lo que incitó la creación de una alternativa a la práctica fratricida, parece que fue antes de su reinado, durante el de Selim II, cuando se propuso. Sin embargo, fue Ahmed I quien la llevó a cabo por primera vez.
Ahmed I fue el sucesor de Mehmed III y decidió poner en marcha el Kafes ("la Jaula"), que consistía en un lugar en el que encerrar a los hermanos menores. Esto además tenía una ventaja para el sultán: si mataba a sus hermanos menores y moría sin descendencia condenaba a la dinastía, pero si los mantenía con vida pero encerrados, no eran un peligro para él y garantizaba la supervivencia de la dinastía.
La Jaula formaba parte del complejo del Palacio Topkapı, sede del poder otomano en Estambul (perdón, Constantinopla). |
La reclusión además tenía la intención de evitar que los príncipes ocupasen otros puestos de responsabilidad que les dieran apoyos y fuerzas propias. |
Ahmed I ordenó encarcelar allí a todos los familiares que consideraba potenciales peligros para su mandato, y entre ellos destacó Mustafá, el hermano pequeño del nuevo sultán. Imaginad lo que debía ser para un niño de la época conocer los precedentes y tener la seguridad de que tarde o temprano tu hermano mayor te mataría. Pues cuando Mustafá supo que su hermano Ahmed había decidido poner en marcha esta medida respiró de alivio.
Este es Mustafá I. Quizá te parezca igual que los demás sultanes, pero este estaba un poco más loco. |
Pero claro, sacar de la Jaula a un hombre que había pasado catorce años fumando opio y foll... manteniendo relaciones sexuales sin más entretenimientos para que se hiciera cargo de un imperio... quizá no era buena idea. En seguida los efectos de su largo encierro se hicieron notar: se burlaba de todo el mundo en la corte gastántole bromas pesadas, se hacía acompañar de esclavas desnudas, nombraba a gente al azar para cargos de responsabilidad (dándole igual su trabajo real) y daba de comer monedas a los peces de palacio.
Al final la cosa se resolvió haciendo lo propio: Osmán, el hijo de Ahmed, derrocó a su tío, pero siguiendo la costumbre de su padre, en lugar de ejecutarlo, lo encerró de nuevo en la Jaula.
El nuevo sultán, Osmán II era un hombre inteligente pero cometió el error de poner en su contra al cuerpo de élite del ejército, los jenízaros, y estos sí que no mostraron tanta clemencia y acabaron con su vida.
Pero cuando miraron en la Jaula para ver quién estaba en la reserva, se dieron cuenta de que no había hijo alguno de Osmán, que había sido asesinado con tan solo 17 años, y solo quedaba su tío Mustafá. Así que Mustafá volvió al poder.
La prórroga de la cuarentena durante cuatro años más no había sentado bien a Mustafá, que volvió al trono con los mismos y nuevos problemas mentales. De hecho, parece que era consciente de sus limitaciones, pues al principio rechazó el cargo y pidió que no lo sacasen de la Jaula (eso sí que fue un #YoMeQuedoEnCasa).
Cuando al fin se hizo cargo del poder, Mustafá se obsesionó con que su sobrino en realidad seguía vivo y que estaba escondido, así que pasó meses buscándolo por todas partes. Y mientras lo buscaba, seguía con sus excentricidades, colocando a gente aleatoria al frente de cargos de responsabilidad y demás.
Al cabo de un tiempo, toda la corte convino que lo mejor era acabar con el reinado de Mustafá, incluida su madre, Halime, aunque esta tuvo a bien añadir el matiz de acabar con su reinado sin poner fin a su vida. Y así es como Mustafá acabó por tercera vez enclaustrado en la Jaula, pero al menos se mantuvo con vida hasta los 46, cuando murió sin necesidad de ser asesinado, todo un logro para el hermano menor de otro sultán otomano.
Le sucedió Murad IV al frente del sultanato, que simultaneó la costumbre de asesinar a familiares con la nueva de encarcelar a gente. De hecho, Murad comenzó su reinado asesinando a todos los que Osmán, Mustafa y Ahmed habían dejado con vida. Sin embargo, perdonó la vida a su hermano Ibrahim. Bueno "perdonó la vida", porque lo cierto es que cuando Murad estaba en su lecho de muerte, dio la orden de asesinarlo, pero la orden no se llegó a llevar a cabo, así que le sucedió Ibrahim.
Pero de nuevo nos encontramos ante el mismo problema: Ibrahim I había pasado la mayor parte de su vida en la Jaula. Y aunque cuando entró estaba completamente cuerdo, al salir la cordura se la dejó dentro. De hecho, él también insistió en que mejor era quedarse en la Jaula que asumir el cargo de sultán, pero hicieron caso omiso a sus peticiones.
Su madre, Kösem, que en seguida se dio cuenta de que su hijo no estaba en sus cabales para dirigir el Imperio, decidió hacerse cargo personalmente de la situación asegurándose de que él pasaba el tiempo distraído con amantes mientras ella reinaba. Le proveyó de esclavas para llevar a cabo todo tipo de perversiones sexuales y, para asegurarse de que no se cansaba, le metía en el cuerpo todos los afrodisíacos posibles. Aunque el tema de las perversiones sexuales es algo que aparece en las fuentes de la época, algunos historiadores lo ponen en duda. Lo que no está en duda es que Kösem apartó a su hijo del poder.
Y aún así, cuando Ibrahim veía el más mínimo resquicio, colaba alguna de sus excentricidades provocando grandes inestabilidades en el Imperio, así que se repitió la historia: los jenízaros reaparecieron para arrestar a Ibrahim y, con el visto bueno de su madre, devolverlo a la Jaula. Pero como ya habían aprendido que lo del encierro en la Jaula acababa pasando factura, al poco tiempo lo asesinaron.
Por su puesto, Mustafá e Ibrahim no fueron los únicos usuarios de la Jaula dorada, junto a ellos estuvieron presos muchos hermanos, primos, tíos y demás miembros de la familia real, y la mayor parte de ellos sufrieron todo tipo de trastornos psicológicos. Y es posible que caigas en el error de creer que después de la experiencia de Ibrahim I, los otomanos ya estaban escarmentados y pusieron fin a la práctica, sin embargo no fue así.
En 1922 se disolvió el Imperio otomano como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y la revolución liderada por Mustafá Kemal Atatürk. El último sultán fue Mehmed VI, que se hizo cargo del Imperio en 1918 con 57 años. ¿Adivinas dónde estuvo antes? ¡Exacto, en la Jaula! El último sultán otomano fue además el último usuario de la Jaula y, de paso, el que más tiempo pasó en el interior.
Quizá no era buena idea empezar este especial hablando de gente que perdió el norte precisamente por estar encerrada, pero seguro que nosotros no pasamos años encarcelados, y si los pasamos, al menos esperamos que el gobierno nos provea de lujos y afrodisíacos.
Quizá este también te parezca igual pero este es Ibrahim, y a este lo apodaron "el Loco". Por algo sería. |
Su madre, Kösem, que en seguida se dio cuenta de que su hijo no estaba en sus cabales para dirigir el Imperio, decidió hacerse cargo personalmente de la situación asegurándose de que él pasaba el tiempo distraído con amantes mientras ella reinaba. Le proveyó de esclavas para llevar a cabo todo tipo de perversiones sexuales y, para asegurarse de que no se cansaba, le metía en el cuerpo todos los afrodisíacos posibles. Aunque el tema de las perversiones sexuales es algo que aparece en las fuentes de la época, algunos historiadores lo ponen en duda. Lo que no está en duda es que Kösem apartó a su hijo del poder.
Y aún así, cuando Ibrahim veía el más mínimo resquicio, colaba alguna de sus excentricidades provocando grandes inestabilidades en el Imperio, así que se repitió la historia: los jenízaros reaparecieron para arrestar a Ibrahim y, con el visto bueno de su madre, devolverlo a la Jaula. Pero como ya habían aprendido que lo del encierro en la Jaula acababa pasando factura, al poco tiempo lo asesinaron.
Por su puesto, Mustafá e Ibrahim no fueron los únicos usuarios de la Jaula dorada, junto a ellos estuvieron presos muchos hermanos, primos, tíos y demás miembros de la familia real, y la mayor parte de ellos sufrieron todo tipo de trastornos psicológicos. Y es posible que caigas en el error de creer que después de la experiencia de Ibrahim I, los otomanos ya estaban escarmentados y pusieron fin a la práctica, sin embargo no fue así.
En 1922 se disolvió el Imperio otomano como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y la revolución liderada por Mustafá Kemal Atatürk. El último sultán fue Mehmed VI, que se hizo cargo del Imperio en 1918 con 57 años. ¿Adivinas dónde estuvo antes? ¡Exacto, en la Jaula! El último sultán otomano fue además el último usuario de la Jaula y, de paso, el que más tiempo pasó en el interior.
Así de chupao estaba el pobre Mehmed cuando lo sacaron de la Jaula para gobernar. Normal. |
Quizá no era buena idea empezar este especial hablando de gente que perdió el norte precisamente por estar encerrada, pero seguro que nosotros no pasamos años encarcelados, y si los pasamos, al menos esperamos que el gobierno nos provea de lujos y afrodisíacos.
- Veiga, Francisco (2006). El turco. Diez siglos a las puertas de Europa. Debate.
- Phillipis, Tom (2019). Humanos. Paidós.
- De Bunes Ibarra, Miguel Ángel (2015). El Imperio otomano (1451-1807). Síntesis.
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