Encerrados 2: Pep, el perro matagatos


Esta es una historia que publicamos hace ya algún tiempo pero que ahora vuelve a colación de nuestro especial Encerrados, ya que tiene como protagonista a un personaje que pasó algún tiempo a la sombra...
Un día de 1924 se hacía efectiva la condena impuesta a Pep, un perro labrador de color negro, y se le trasladaba a la  Eastern State Penitentiary de Filadelfia, en Pensilvania, cárcel en que también estuvo encerrado el mismísimo Al Capone y el célebre Charles Dickens. En aquella prisión pasaría el resto de su vida cumpliendo íntegramente su condena a cadena perpetua. Pero ¿qué llevó a Pep a aquella prisión y a una pena tan dura?
Pocos años antes, Pep había ido a parar a la familia del gobernador del Estado de Pensilvania, Grifford Pinchot, en forma de regalo para su sobrino. Desde el primer momento, el animal se ganó a la familia con su personalidad, sin embargo, un error fatal provocaría un giro dramático en los acontecimientos: Pep acabó con la vida de un gato. Pero no de un gato cualquiera, sino del ojito derecho de Cornelia Bryce, a la sazón, esposa del gobernador.
Desconocemos el móvil del delito. ¿Celos? ¿Crimen pasional? ¿Ajuste de cuentas? Quién sabe, lo cierto es que pocos días después de que la vida del felino se esfumase entre los afilados dientes de Pep, a este se le realizaba el protocolario ingreso en prisión con fotografía y asignación de número de presidiario, en este caso, el C-2559.
Aunque no se le asignó una celda propia, Pep vagó el resto de sus días entre las paredes de la prisión de Pensilvania, aunque no sabemos la fecha de su muerte, sabemos que estuvo allí al menos una década más.
Pep se convirtió en toda una leyenda, recibió apodos como "el matagatos" (The Cat-Murdering Dog), y en la actualidad se pueden comprar souvenirs de todo tipo con su cara estampada en la tienda de la cárcel: tazas, camisetas, pósters, etc.
Eastern State Penitentiary de Filadelfia (Pensilvania)
Fuente: 
visitphilly.com
Pero ¿puede esto ser una historia real? Desde luego, esta es la historia oficial que recoge la propia Web de la prisión, sin embargo, hace algún tiempo nuestra amiga Ester, en su blog "Perros con historia", nos hizo llegar otra versión de la historia más ajustada a la realidad.
Quizá al pobre Pep la historia le ha jugado una mala pasada, y es que es probable que él en realidad no cometiese ningún asesinato. Al parecer lo que llevó a la familia a repudiarlo fue su afición a la destrucción (menuda novedad hablando de un cachorro, por otra parte), y parecía tener cierta predilección por los cojines.
Sin saber muy bien qué hacer con el animal, parece que el gobernador descubrió en una visita a otra prisión el uso que allí se hacía de los perros como animales de terapia para los presos, y pensó que Pep podría desempeñar un buen papel en la cárcel de Pensilvania. Así resolvía dos problemas: los cojines de casa estaban a salvo y Pep podía ayudar a los reclusos a hacer más llevadero su paso por prisión.
Y ¿entonces? ¿Dónde surgió la leyenda del perro asesino? Pues todo parece indicar que fue un periodista necesitado de historias que alimentasen el clickbait de la época, que le dieran lectores, y tuvo tanto éxito que la prisión decidió no desmentir la noticia y aprovechar el tirón. Hoy muchos turistas visitan las instalaciones por la historia de Pep, y de paso se hace un buen negocio con la venta de souvenirs.
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Esta historia no está incluida en nuestro nuevo libro, El pene perdido de Napoleón... y otras 333 preguntas de la Historia, pero hay otras 333 que seguro que te resultarán muy interesantes.

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