La Arqueología de Franco: los orígenes celtas de la nación española

Advertencia: este texto está cargado de sutiles ironías que podrían herir alguna sensibilidad. Lo lamentamos, volverá a ocurrir.

Es de sobra conocida la insana afición de algunos mandatarios fascistas y nazis a la arqueología (en este caso quizá más bien pseudoarqueología), disciplina en la que encontraron una aliada para tratar de dar fundamento a teorías de lo más extravagantes y despreciables. Y no nos referimos únicamente a ese gusto de Mussolini por lo romano, sino a esos viajes que llevaron a los alemanes hasta el mismísimo Tibet en busca de los orígenes arios.
Al frente de estas movidas estaba la Ahnenerbe, una institución que hoy consideraríamos pseudocientífica y que coqueteaba con el ocultismo, el misticismo y el paganismo (y que fue condenada por experimentar con humanos). Y aunque se tratase de un destino menos exótico, sus investigaciones llevaron a autoridades de la talla de Himmler a visitar el Museo Arqueológico Nacional de España.
Pero ¿qué había de la arqueología española? ¿Seguía esta ola pseudocientífica? Pues sí, lo hacía. Y a la cabeza de esta tendencia estaba Julio Martínez Santa-Olalla (Santaolalla o Santa Olalla según donde se mire).
Julio Martínez Santa-Olalla con una culebra muy gorda.
Porque... ¿Por qué no?

¿Quién era este señor? Julio Martínez Santa-Olalla fue un arqueólogo nacido en 1905 en Burgos (como el Cid, como Dios manda). Estudió Arqueología de la mano de Bosch Gimpera, de quien, como veremos, se iría distanciando por cuestiones políticas, pues Bosch formó parte del gobierno de Lluís Companys y acabó exiliado (como tantas otras figuras de la arqueología) en México. Y también de la mano del germano-español Hugo Obermaier, quien le dirigió la tesis doctoral.
¿La especialización de Martínez Santa-Olalla? ¿No te la hueles? Visigodos (los primeros españoles, claro). Otro minipunto para el insigne arqueólogo.
Para completar su formación, hizo una estancia en Alemania, donde conoció las teorías y obras de Gustaf Kossinna. Kossinna fue una de las bases sobre las que se construyeron las teorías de la Ahnenerbe: defendía que el origen de los indoeuropeos estaba precisamente en Alemania y Escandinavia, desde donde se habrían expandido a otros lugares. Y defendía también una superioridad de base racial de los pueblos germánicos y escandinavos. En palabras de Ruiz Zapatero: “sus teorías dieron amplio soporte a las reivindicaciones del Tercer Reich”. 
De vuelta a España con las ideas de Kossina bajo del brazo, Martínez Santa-Olalla hizo lo que todo español de bien habría de hacer: meterse en Falange. Cuando llegó la Guerra Civil, lo enviaron a Alemania para promover la causa golpista y denunciar "la amenaza roja". Así que, para cuando terminó la Guerra, ya reunía todos los puntos necesarios para convertirse en uno de los arqueólogos de cabecera del régimen franquista. Y ojo, que no estaría solo en su empresa, sino que a él lo acompañarían otros arqueólogos como Juan Cabré (que estiró la pata pronto, en 1947) o Martín Almagro.
¿Cuál sería la obsesión de estos investigadores investidos de tanta responsabilidad? Pues, en primer lugar, se plantearon establecer un origen común de todos los españoles, de forma que se pudiera establecer una relación entre una España “natural” y los límites del Estado español del momento. Para ello, se obsesionaron con ir más allá de los visigodos, superaron lo romano y se fijaron en lo anterior: íberos y celtas.
Tan fuerte les dio por el tema, que empezaron a ver paralelos disparatados. De hecho, Juan Cabré recuperó la teoría de que el saludo a la romana usado por los fascistas tenía su origen en la forma de saludar que tenían los íberos (salutatio iberica) y empezó a ver saludos fascistas en figurillas y piezas cerámicas de los siglos II y III a. C. Que bien vistos... podrían estar diciendo "heil Hitler", "Arriba España" o "Choca esos cinco", cuando no simplemente "hola". Pero cuidado, que preparando este post, nos hemos tropezado con algunos rincones algo turbios de la red donde se lo creen sinceramente. Y, efectivamente, es posible que los iberos se saludasen así, pero poco nos dicen esas piezas y, lo que es más importante, si así fuera, ¿qué? ¿Pretendes justificar el fascismo a través de pinturas y esculturas celtas-iberos? 

Un vaso con el saludo franquista. High five! (kalathos ibero del Cabezo de la Guardia, Alcorisa, Teruel)

Pero quien mejor explicó todo esto fue nuestro amigo Santa-Olalla, que en 1946 publicó su obra Esquema Paletnológico de la Península Ibérica. Según plantea, los íberos en realidad nunca habrían sido una raza o una cultura. Pero entonces... ¿los españoles? Recuerda a su maestro Kossinna: los españoles serían en realidad de origen celta, y los íberos no son sino el “sustrato hispánico” celta con “influjos mediterráneos de fenicios, cartagineses y más tarde romanos”. “La cultura ibérica no es otra cosa que la reacción del genio español personalísimo bajo el influjo clásico”. Suena disparatado, pero ¿a que podría decirlo algún político actual?


[Aviso legal: el problema del concepto "celta" es que se sigue debatiendo entre los especialistas qué entendemos por "celta" y "cultura celta". Es decir, mientras que a pie de calle parece que lo celta es Galicia, Irlanda/Gran Bretaña, gaitas y colgantes guays para el cuello, los prehistoriadores no se ponen de acuerdo con cómo definir "celta", y se debate sobre el calado real de las migraciones celtas y sobre el impacto de otras migraciones en Europa].

En la misma línea que Santa-Olalla, años después Almagro Basch, que también había hecho méritos como falangista antes de la victoria franquista, publicó sus obras La invasión céltica en España (1952) y Origen y formación del pueblo hispano (1958), donde defiende una unidad étnica del pueblo español que se remonta al pueblo celta. Y he aquí el quid de la cuestión. Lo que ponían sobre la mesa era la arianización de España, es decir, afinaban las cuerdas raciales con los aliados nazis para que los españoles, como sus amigos alemanes, fueran también un pueblo superior. 
El primer paso había sido la invención de las diferencias raciales y la exaltación de lo ario, que venía del XIX, y ahora tocaba importarlo allí donde procediese. En ese momento, algunas organizaciones nazis como la Ahnenerbe estaban dando manga ancha a países amigos como España o Italia para que explorasen estas vías, y como la prehistoria era tremendo pifostio por explorar, era un buen lugar donde colocar sus trastos para jugar a ser arios. Para ello, los amigos celtas vinieron muy bien, y junto con los íberos y esa fusión que ni Gogeta que eran los "celtíberos", pues ya estaba todo hecho.

La cosa sería más o menos así. Interpretación hecha por Ruiz Zapatero. Fuente: Huertas y Ortiz (1998).

Mientras Bosch Gimpera se retorcía en el exilio, algunos valientes, como el historiador García y Bellido, se permitieron alguna crítica, pero con la boca pequeña, ya que esta gente gozaba de muy buena posición en el régimen, y alguno, como Santa-Olalla, había conseguido expulsar de España a personalidades como Julián Marías. Poco a poco, los críticos encontraron en la reivindicación de lo ibérico la forma de desenvolverse en el corsé histórico que el régimen iba imponiendo. Pero también el régimen supo incorporar esos aspectos a su aparato propagandístico, convirtiendo a esos “celtíberos” en héroes primigenios de la nación española: Viriato, los numantinos, Indibil y Mandonio... 
Además, había una cosa importante para los propagandistas de las ideas ultranacionalistas: el punto donde habían convergido celtas e íberos, es decir, Castilla. Esa unión de lo celta y lo íbero lo representaba Castilla, es decir, la auténtica España. Oye, que lo de la ironía lo advertíamos desde el principio.

Visión de la historia de España en un libro de Giménez Caballero (El libro de las juventudes españolas, 1943). Fuente: Huertas y Ortiz (1998).

Además, dentro de la lógica de estas buenas gentes, los visigodos seguían conservando su importancia, porque su llegada a la península Ibérica habría sido una suerte de segunda venida de ese pueblo superior y primigenio de origen celta, germánico y, sobre todo, ario.
A estas alturas no nos puede extrañar que durante la visita del mismísimo Himmler a España, Santa-Olalla acompañase a la comitiva en su viaje al El Escorial, el Alcázar de Toledo, el Prado y el Museo Arqueológico Nacional.


Santa-Olalla y Himmler en el Museo Arqueológico Nacional en octubre de 1940.
(extraído de Gracia Alonso, Francisco)
Precisamente tras este encuentro, invitaron a Santa-Olalla a hacer una nueva estancia en Alemania para estudiar las teorías de la Ahnenerbe. A partir de entonces comenzó una relación de amistad entre los investigadores de ambos países que intercambiaron documentación y se apoyaron mutuamente en excavaciones en yacimientos protohistóricos y visigóticos.
Como anécdota curiosa, fruto de estas relaciones entre ambos países se fundó en 1941 la sede del Instituto Arqueológico Alemán, de gran importancia para los estudios arqueológicos, PERO que fue inaugurado con un discurso del director del momento, Theodor Heinermann, sobre el Santo Grial y su relación con el monasterio de Montserrat. Por la puerta grande.
El asunto celta tendría continuidad, ya que durante un tiempo sobrevoló la idea de fundar un Museo Céltico en Coruña. La idea fue impulsada sobre todo por el alcalde de la ciudad, Molina Brandao, cercano a Franco, y según la prensa del momento, la idea era del propio dictador. Santa-Olalla apoyó el proyecto, pero nunca llegó a realizarse. Una bala esquivada.
Queda claro entonces que España tuvo a sus propios arqueólogos supremacistas y un tanto idos. Afortunadamente, la arqueología española no quedó supeditada a la Falange durante toda la dictadura, la oposición de algunas figuras importantes de la academia y los cambios en el régimen tras la Segunda Guerra Mundial abrieron de nuevo las puertas a la cordura. Las teorías que aquí hemos expuesto son las más extravagantes, y son solo la punta de un iceberg sobre el cual aún siguen montados algunos en nuestro país. Y, pese a todo, aún hay quien da por buenas las teorías impuestas por la historiografía franquista y nacionalista más rancia, aún cuando algunos de sus fundamentos se basan en patrañas como estas.

  • Gracia Alonso, Francisco (2008). "Relations between Spanish Archaeologists and Nazi Germany (1939–1945): A preliminary examination of the influence of Das Ahnenerbe in Spain". En Bulletin of the History of Archaeology, 18(1). 
  • Huertas, Rafael y Ortiz, Carmen (eds.) (1998). Ciencia y fascismo. Doce Calles.
  • Mederos Martín, Alfredo (2004). "Julio Martínez Santa-Olalla y la interpretación aria de la prehistoria en España (1939-1945)". En Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. BSAA, 69-70, pp. 13-56.
  • VV AA (1992). La sociedad ibérica a través de la imagen. Ministerio de Cultura.

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1 comentario:

  1. Buenos días:
    Lo primero que sepáis que yo os sigo y os hago propaganda por Elche.
    Segundo, ¿toda esta obsesión en buscar los "orígenes míticos" de los pueblos viene del Romanticismo del XIX? La verdad es que se han llegado a decir verdaderas barbaridades, clasistas y todo lo que acabe en -ista pero que sigan defendiéndose por auténticas oligarquías racistas que tienen más que ocultar y callar y que solo pretenden ganar y monopolizar posiciones, me parece tan deprimente. Lo digo porque me ha sucedido y me recuerda tanto a los estatutos de limpieza de sangre del siglo XV o XVI o XXI (21 porque estoy hartito de oir y que me suelten una y otra vez lo mismo).
    Otro aspecto, el tercero, es que el ridículo de la imagen que nos damos de otros países, estilo Egipto, Grecia o Hispanoamérica, donde esa "mitología originaria" solo se considera útil para vender souvenirs a los turistas.
    Un saludo desde mi celda/cuarentena. Chau

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