Muertes absurdas 3: Tycho Brahe

Tycho Brahe (1546-1601)
Tyge Ottesen Brahe, conocido como Tycho Brahe, fue probablemente uno de los más grandes astrónomos de todos los tiempos, precursor de la metodología de esta disciplina y gran colaborador de Kepler. Sin embargo, su final fue tan triste como absurdo e interrumpió irremediablemente algunas de las investigaciones que habrían cambiado el rumbo de la astronomía.

Tycho, que había sido invitado el 13 de octubre de 1601 junto a su fiel compañero Kepler a una cena de aristócratas daneses, no quiso levantarse de la mesa para orinar pese a sus ganas por no faltar a la etiqueta. Mientras su vejiga se hinchaba y un sudor frío le comenzaba a brotar de todos los poros de su cuerpo, Tycho siguió sentado a la mesa, comiendo, bebiendo y participando de la conversación. Para cuando pudo levantarse para ir al aseo, su cuerpo ya no respondía como antes de sentarse. El reputado astrónomo se había provocado una uremia, un conjunto de fallos cerebrales, respiratorios y circulatorios causados por la acumulación de sustancias tóxicas en la sangre que, en cualquier otro momento, habrían sido eliminadas a través de la orina.


Aquel mismo día enfermó gravemente, viéndose obligado a permanecer en la cama delirando durante días. Tycho recobró la cordura el 24 de octubre, pero ya era tarde, y él mismo era consciente de que su cuerpo no aguantaría más, por lo que poco antes de morir pidió a Kepler que se hiciera cargo de las investigaciones y publicaciones. Aquel mismo día Tycho Brahe murió en la misma cama en que había estado delirando durante once días.

Existe otra versión de la causa de la muerte que merece la pena citar y que resulta igualmente curiosa. Algunos investigadores que tomaron muestras de su pelo en 1999, dieron con elevadas dosis de mercurio, y es que, al parecer, Brahe era también un aficionado a la alquimia, que pudo haber buscado entre estas prácticas la cura a sus padecimientos urinarios sin saber que lo que estaba haciendo era, en realidad, envenenarse con lo que él creía que era su medicina: el mercurio.


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