El menĂº de un monasterio medieval

Hoy os invitamos a comer, y no a cualquier lugar... os invitamos a comer en un monasterio medieval.



Como decimos, nos trasladamos a la Edad Media, en concreto a un foco cultural, econĂ³mico, polĂ­tico y religioso de esos tiempos: el monasterio. 
En principio, el lugar al que os invitamos a comer podrĂ­a no parecer el mĂ¡s propicio para ello, pues por entonces los monjes se regĂ­an por las ideas de santos como Pacomio, Basilio o Benito que promovĂ­an una vida de austeridad, pobreza y castidad. Pero no es ningĂºn secreto que pocos monjes lograban mantener las formas, y es que existĂ­an muchas trampitas que les permitĂ­an saltarse sus propias normas a la torera. Y aunque no lo pueda parecer, es probable que el monasterio fuera uno de los mejores lugares para comer en aquellos siglos. Os vamos cantando el menĂº:


¿Para beber? QuizĂ¡ al señor le apetezca un sauvignon blanc, pero rĂ¡pidamente se imaginarĂ¡ que los monjes de entonces, en su intento por llevar una vida de austeridad, lo primero que se quitarĂ­an serĂ­an lujos como el alcohol. Aunque la realidad es bien distinta...
En la propia regla de San Benito, en su capĂ­tulo 40, encontramos un ejemplo que demuestra que esa vida de austeridad podĂ­a tener matices y excepciones: «Leemos que el vino no es bebida para monjes; pero como por el momento a los monjes no se les puede convencer de esto, admitamos por lo menos que bebemos sobriamente y no nos ahitamos, porque ‘el vino hace apostatar hasta a los mĂ¡s sabios’». 
AsĂ­ que si no puede el señor tomar sauvignon blanc es porque por entonces aĂºn no se explotaba esta variedad de uva, pero sĂ­ que podrĂ­a usted degustar otros caldos alcohĂ³licos.


De hecho, no es ningĂºn secreto que las mejores bodegas y las mejores factorĂ­as de vinos y cervezas de la Europa medieval se hallaban en monasterios. De ahĂ­ que tantos nombres y logos de marcas de cerveza en Europa guarden relaciĂ³n con monasterios y monjes: Franziskaner, Kapuziner, Weihenstephaner Korbinian, Paulaner, etc.
¿Y de plato principal? ¿Algo de carne quizĂ¡? Lo cierto es que la carne era un lujo que pocas personas se podĂ­an permitir en aquellos tiempos, y por supuesto la Iglesia veĂ­a su consumo con ciertas reticencias (aunque ya vimos los debates y excepciones en el caso de la cuaresma).
Es por ello que el consumo de carne se prohibiĂ³ en muchĂ­simos monasterios. Aunque, claro... fueron aĂºn mĂ¡s las excepciones al respecto: se contemplaba la posibilidad de hacer una excepciĂ³n cuando se recibĂ­a una visita, cuando uno se encontraba enfermo, en los dĂ­as de fiesta



Con tantas excepciones ya te puedes imaginar que los monjes corrĂ­an a visitarse los unos a los otros, que cualquier fiesta se honraba como Dios mandaba, y que la mĂ¡s mĂ­nima visita a la enfermerĂ­a acababa en otra a la carnicerĂ­a y la barbacoa. No es de extrañar, por tanto, que existan crĂ³nicas con descripciones de monjes orondos y con mejillas sonrosadas, y que abundasen los abades que sufrĂ­an gota. De hecho, los historiadores especializados en gastronomĂ­a señalan que las dietas de los monjes medievales eran especialmente ricas en hidratos de carbono y tremendamente pobres en vitaminas.
En 1336 Benedicto XII quiso acabar con esta farsa legalizando el consumo de carne, que pasarĂ­a a tres o cuatro dĂ­as por semana. Aunque nos dicen los especialistas que aĂºn se sentĂ­an algo culpables, por lo que la carne no se servĂ­a en los refectorios principales, que habĂ­a que mantener las formas.
AsĂ­ que, ¿cĂ³mo va a querer el solomillo? ¿Poco hecho, al punto o muy hecho? Aunque quizĂ¡ prefiera usted algo mĂ¡s de cuchara. En ese caso hemos de advertirle que en realidad los platos de cuchara habitualmente consistĂ­an en sopas bastante insĂ­pidas, elaboradas con verduras tales como el rĂ¡bano o la cebolla, aunque todo parece indicar que el vegetal preferido por los monasterios medievales era el espĂ¡rrago. Y quizĂ¡ usted estuviera pensando en otro tipo de platos de cuchara, y ciertamente eran habituales los garbanzos o las lentejas, pero no como los conocemos en la actualidad, pues no olvidemos que hablamos de la Edad Media, y aĂºn estaban por llegar de AmĂ©rica las patatas o los tomates, por ejemplo.



Pero por suerte, tenemos otro plato que ofrecerle: el plato «de misericordia». El plato de misericordia era un plato mĂ¡s que servĂ­a para completar el menĂº que, sin incluir carne, podĂ­a estar compuesto por algĂºn tipo de pescado, huevos pasados por agua, quesos, etc.
Es posible que a estas alturas sea usted quien pida misericordia, pero no el plato, sino misericordia para que no le sigamos trayendo comida. Pero ya le advertimos al inicio que el monasterio es uno de los mejores lugares para comer en estos tiempos medievales. El gastrĂ³nomo NĂ©stor LujĂ¡n señalĂ³ que  «los monjes entendĂ­an la austeridad en cuanto a la calidad de los platos servidos pero no en cuanto a su cantidad». AsĂ­, por ejemplo, era habitual que en una sola injesta cada monje comiera tres huevos, cuatro los priores y hasta seis los abades.
¿Se entiende ya esa imagen a la que nos referĂ­amos de los monjes orondos y sonrosados? En realidad era bastante habitual en la literatura de la Edad Media y de los siglos siguientes la apariciĂ³n de alusiones irĂ³nicas y humorĂ­sticas a ese monje obeso. Y es que segĂºn los gastrĂ³nomos, en aquellos monasterios donde no se comĂ­a carne, esta era sustituida por platos abundantes en lĂ­pidos y azĂºcares. Se estima que la dieta de un monje medio podrĂ­a estar en torno a las 6000 calorĂ­as diarias, casi el triple de lo recomendado por los mĂ©dicos.
Alfonso X viendo a monjes GORDOS comer.
Esto era tan conocido en la Ă©poca que, en sus Siete Partidas, el rey Alfonso X el Sabio tuvo que dar un toque de atenciĂ³n: «que los perlados deuen ser mesurados en el comer, e en el beuer, el comer demĂ¡s es velado a todo ome, e mayormente al perlado, porque la castidad no se puede bien guardar con muchos comeres e grandes vicios y que non conviene que aquellos que han de predicar pobreza, e la cuyta que sufriĂ³ Nuestro Señor, que la fagan con las fazes bermejas, comiendo e beviendo mucho».
Y ha llegado ya la hora del postre, el broche final a este festĂ­n. Y de sobra sabemos que nada como los dulces de conventos y monasterios, donde no suele ser habitual el uso del chocolate, y menos aĂºn por entonces, pues tambiĂ©n estaba por llegar de AmĂ©rica. En su lugar, podrĂ­a usted degustar una enorme variedad de dulces, pues estos diferĂ­an segĂºn el monasterio, pero parece que una constante en la mayor parte de monasterios españoles eran ricos turrones regados con un vino dulce. Se lo vamos trayendo.
Ahora le traemos la cuenta, pero mientras tanto le dejamos una pequeña reflexiĂ³n: a pesar de todo lo que aquĂ­ se ha dicho, hemos de señalar que este menĂº no fue habitual a lo largo de toda la historia ni en todos los lugares. Aunque era bastante comĂºn en la Edad Media europea, por supuesto los monasterios tambiĂ©n se vieron afectados por crisis econĂ³micas, en determinados lugares no tenĂ­an acceso a tantos alimentos y, desde luego, hubo Ă³rdenes y abades con reglas mucho mĂ¡s estrictas.


  • Capel, JosĂ© Carlos (1985). PĂ­caros, ollas, inquisidores y monjes. Argos Vergara.
  • ColombĂ¡s, GarcĂ­a M. (2004). El monacato primitivo. Biblioteca de Autores Cristianos.
  • Domingo, Xavier (1980). Cuando sĂ³lo nos queda la comida. Los 5 sentidos.
  • Regla de San Benito: sbenito.org; benedictinos.cl.
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1 comentario:

  1. Con este artĂ­culo me habĂ©is recordado la novela "Los Pilares de la Tierra" y como el prior interpreta "a su manera" la regla de San Benito de manera que los que trabajan duro en el monasterio pueden tomar carne y vino, y los que se limitan a rezar sin hacer nada Ăºtil para el monasterio (y el burgo de Ă©ste) estĂ¡n a base de pescado en salazĂ³n y agua.

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