10 consejos para ser un historiador de éxito
Seguro que por ahí te habrán dicho no sé qué de rigor, no sé qué de objetividad, de responsabilidad, de metodología... olvídate de todo eso y haznos caso a nosotros, que conocemos las claves para convertirte en un historiador de éxito. Si sigues estas instrucciones, lograrás cientos de publicaciones, superarás cualquier oposición, lograrás plaza en cualquier universidad, e incluso te harás rico y famoso.
1. Cita en otros idiomas aunque los desconozcas por completo.
1. Cita en otros idiomas aunque los desconozcas por completo.
¿No sabes ni la primera declinación del latín? ¡Que eso no te impida citar un fragmento original de Tito Livio! ¿Vas a comparar un texto traducido al castellano con uno en versión original? Es más, cuanto más tocho sea y más complejo, mejor. Asegúrate de que los lectores tampoco pueden entenderlo, y para ello pónselo difícil no acompañando el texto de ningún tipo de traducción ni explicación.
Y el latín es solo el principio. ¿Estudiaste un curso básico de alemán? Más que suficiente para citar fragmentos de Hegel en su lengua materna. Y así con el francés, el griego, el rumano, el húngaro... Que nadie te marque límites, sé tu propio jefe, el límite es el cielo y todas esas cosas.
PD: en caso de que de verdad necesites traducir un fragmento, recuerda que hay herramientas muy asequibles como Google Translator, que tienen una tecnología que ya permite percibir todos los matices de una frase.
2. Cita a través de otros autores.
Un historiador de éxito. |
3. La humildad es para los débiles.
Acude a conferencias, congresos y demás actividades con el objetivo de confirmar lo que ya sabes. Por más que te lo quieran vender así, esos contextos no son para aprender ni debatir, sino para afianzar a los historiadores de éxito. Escucha las intervenciones de los demás sin perder de vista que esa gente sabe menos que tú, y recibe sus palabras con el entrecejo fruncido, algún bufido y alguna sonrisilla condescendiente. Si puedes, haz correcciones sobre la marcha lo más pegado posible al oyente que haya a tu lado. Seguro que estará deseando oírte a ti y no al ponente.
Y, en cuanto tengas la oportunidad, aprovecha para intervenir. La audiencia está deseando escuchar a una persona que DE VERDAD sabe del tema. Y para hacerles ese regalo, lo ideal es emplear el turno de preguntas. Pero tampoco es cuestión de engañar a nadie, así que empieza tu intervención con una advertencia: “Más que una pregunta tengo una reflexión”.
4. Valida tus argumentos con palabras de otros.
Es cierto que buena parte de nuestra disciplina se basa en lo que otros dijeron antes, pero tú debes ir más allá: es importantísimo demostrar que antes que tú eso mismo ya lo dijo alguien, le da más valor a tus argumentos. Es más, no aportes ninguna prueba más que apoye lo que estás diciendo, simplemente di que algo es cierto porque lo dijo tal persona. Porque claro, si lo dijo Marc Bloch, tiene que ser cierto, ¿no?
Habrá quien se pregunte qué aportas tú entonces. No pierdas el tiempo con ese tipo de gente, tú estás clarificando lo que otros dijeron, reordenándolo y haciendo ciencia. Porque no lo olvides, la mejor manera de reivindicar que la Historia es una ciencia es convirtiéndola en dogma.
5. Cítate a ti mismo.
Llegará un momento en tu carrera en que tú podrás ser la persona a la que citar para validar tus propios argumentos. ¿Quién mejor que tú para apoyar tus opiniones al respecto? Es muy probable que si te microespecializas (ver punto 8), tú seas la única persona que haya hecho publicaciones al respecto, o que tu trabajo actual se apoye en uno previo que tú mismo has hecho, pero no creas que solo en esos casos se justifica la autocita, se justifica siempre, porque no olvides que tú lo has hecho mejor y antes que los demás, así que mete tu propia cita siempre que puedas aunque no esté directamente relacionada con el tema.
6. Tu tema es siempre más importante.
Da igual que se esté hablando de la Segunda Guerra Mundial, seguro que hay una forma de insertar ahí tus reflexiones sobre la constitución de los atenienses y enriquecer así la discusión. Nunca pierdas de vista que tu tema es vital para el avance de la ciencia, y que puede aportar muchísimo a la sociedad: ¿que se está hablando de cómo construir pozos de agua potable en Somalia? ¡Esa gente lo que está buscando es que les cuentes lo de la iconografía bizantina de los monasterios anatólicos! No los decepciones.
Pero a la vez, no olvides que tu tema es demasiado complejo, no lo entendería cualquiera, necesitan que tú se lo expliques.
7. Ten enemigos.
Así, como lo oyes: puedes caer en el error de pensar que quien investiga lo mismo que tú puede convertirse en un gran aliado, y que juntos podéis avanzar en el conocimiento de ese campo que trabajáis, pero la realidad es bien distinta. Esa persona que investiga lo mismo que tú es tu enemiga, te quiere robar todos tus descubrimientos y los miles de reconocimientos que se desprenden de ellos. Y, además, esa persona todo lo hace peor que tú: escribe peor, se expresa peor, llega a conclusiones erróneas... Pero no desesperes, no seas muy directo en tus críticas. Cuando te lo cruces en congresos y demás actos no le increpes ni le rebatas abiertamente, salúdalo cordialmente y espera a que se dé la vuelta para criticarlo con la persona más cercana. O aprovecha sus ponencias para comentar por lo bajini con quienes se sientan a tu alrededor.
8. Microespecialízate.
Especializarte en aspectos concretísimos del pasado ignorando todo lo que les rodea es la mejor forma de hacer avanzar la ciencia. La muestra la tienes en que hoy las Universidades no buscan a personas especializadas en siglo XVII para dar la asignatura de Historia Moderna, en su lugar prefieren a personas especializadas en el cultivo del melocotón en las dos primeras décadas del siglo XVII en la zona noroccidental de Cieza. Además, trata de exprimir ese tema a lo largo de toda tu carrera, no explores vías nuevas, la sociedad necesita a alguien que entregue su vida al estudio de ese melocotón para extraerle todo el zumo.
Además, haciendo esto siempre podrás volver al punto 7 y tener en el punto de mira a quienes hacen historia generalista o a quienes hacen divulgación, eso no es historia de verdad. ¿Qué hicieron Braudel o Bloch por la historia? ¿Y los divulgadores? Búscales las cosquillas, seguro que en sus artículos de mierda se han confundido de variedad de melocotón al hablar de la agricultura en el siglo XVII (o lo que es peor: ¡ni siquiera lo citan!).
9. Interpreta las fuentes de forma literal.
Tratar de entender el contexto en que fueron escritas, las motivaciones e intereses de sus autores, la forma de escritura... es demasiado trabajo y no conduce a ninguna parte. ¿Que Dion Casio habla mal de un emperador? ¡Pues algo habría hecho! ¿Qué tendrá que ver que fuera senador y cónsul? Ante todo, era historiador. Y si Heródoto dice que los indios tienen el semen negro y los chinos cabeza de perro, pues por algo será. Que lo investigue la ciencia.
10. Haz difícil la lectura de tus textos.
Si tus trabajos los puede leer cualquiera es que no son buenos, no son académicos, debes ser exigente con tus lectores. ¿Y cómo se hace eso? Pues con cosas como las que hemos visto en el punto 1, pero también haciendo estas otras: poner citas al pie más extensas que el propio cuerpo del artículo, citar cosas que no guarden relación con lo que estás diciendo pero que te hagan quedar como una persona tremendamente culta (cómo le pega a este artículo sobre el Imperio mogol esta cita de Schopenhauer, y qué amplios conocimientos va a saber la gente que tengo...).
Bonus track.
Tristemente, es muy probable que haciendo estas cosas llegues a ser un historiador de éxito: vemos a este tipo de historiadores copando las más altas instituciones, vendiendo libros a cascoporro, trabajando como opinólogos en medios de comunicación... Ahora bien, si quieres llamarte a ti mismo historiador sin dar vergüenza ajena a tus colegas, por favor, no hagas ninguna de estas cosas.
6. Tu tema es siempre más importante.
Da igual que se esté hablando de la Segunda Guerra Mundial, seguro que hay una forma de insertar ahí tus reflexiones sobre la constitución de los atenienses y enriquecer así la discusión. Nunca pierdas de vista que tu tema es vital para el avance de la ciencia, y que puede aportar muchísimo a la sociedad: ¿que se está hablando de cómo construir pozos de agua potable en Somalia? ¡Esa gente lo que está buscando es que les cuentes lo de la iconografía bizantina de los monasterios anatólicos! No los decepciones.
Pero a la vez, no olvides que tu tema es demasiado complejo, no lo entendería cualquiera, necesitan que tú se lo expliques.
7. Ten enemigos.
Así, como lo oyes: puedes caer en el error de pensar que quien investiga lo mismo que tú puede convertirse en un gran aliado, y que juntos podéis avanzar en el conocimiento de ese campo que trabajáis, pero la realidad es bien distinta. Esa persona que investiga lo mismo que tú es tu enemiga, te quiere robar todos tus descubrimientos y los miles de reconocimientos que se desprenden de ellos. Y, además, esa persona todo lo hace peor que tú: escribe peor, se expresa peor, llega a conclusiones erróneas... Pero no desesperes, no seas muy directo en tus críticas. Cuando te lo cruces en congresos y demás actos no le increpes ni le rebatas abiertamente, salúdalo cordialmente y espera a que se dé la vuelta para criticarlo con la persona más cercana. O aprovecha sus ponencias para comentar por lo bajini con quienes se sientan a tu alrededor.
8. Microespecialízate.
Especializarte en aspectos concretísimos del pasado ignorando todo lo que les rodea es la mejor forma de hacer avanzar la ciencia. La muestra la tienes en que hoy las Universidades no buscan a personas especializadas en siglo XVII para dar la asignatura de Historia Moderna, en su lugar prefieren a personas especializadas en el cultivo del melocotón en las dos primeras décadas del siglo XVII en la zona noroccidental de Cieza. Además, trata de exprimir ese tema a lo largo de toda tu carrera, no explores vías nuevas, la sociedad necesita a alguien que entregue su vida al estudio de ese melocotón para extraerle todo el zumo.
Además, haciendo esto siempre podrás volver al punto 7 y tener en el punto de mira a quienes hacen historia generalista o a quienes hacen divulgación, eso no es historia de verdad. ¿Qué hicieron Braudel o Bloch por la historia? ¿Y los divulgadores? Búscales las cosquillas, seguro que en sus artículos de mierda se han confundido de variedad de melocotón al hablar de la agricultura en el siglo XVII (o lo que es peor: ¡ni siquiera lo citan!).
9. Interpreta las fuentes de forma literal.
Tratar de entender el contexto en que fueron escritas, las motivaciones e intereses de sus autores, la forma de escritura... es demasiado trabajo y no conduce a ninguna parte. ¿Que Dion Casio habla mal de un emperador? ¡Pues algo habría hecho! ¿Qué tendrá que ver que fuera senador y cónsul? Ante todo, era historiador. Y si Heródoto dice que los indios tienen el semen negro y los chinos cabeza de perro, pues por algo será. Que lo investigue la ciencia.
10. Haz difícil la lectura de tus textos.
Si tus trabajos los puede leer cualquiera es que no son buenos, no son académicos, debes ser exigente con tus lectores. ¿Y cómo se hace eso? Pues con cosas como las que hemos visto en el punto 1, pero también haciendo estas otras: poner citas al pie más extensas que el propio cuerpo del artículo, citar cosas que no guarden relación con lo que estás diciendo pero que te hagan quedar como una persona tremendamente culta (cómo le pega a este artículo sobre el Imperio mogol esta cita de Schopenhauer, y qué amplios conocimientos va a saber la gente que tengo...).
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Tristemente, es muy probable que haciendo estas cosas llegues a ser un historiador de éxito: vemos a este tipo de historiadores copando las más altas instituciones, vendiendo libros a cascoporro, trabajando como opinólogos en medios de comunicación... Ahora bien, si quieres llamarte a ti mismo historiador sin dar vergüenza ajena a tus colegas, por favor, no hagas ninguna de estas cosas.
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