¿Qué pasa con el patrimonio histórico-artístico?
El 15 de abril fue el Día Mundial del Arte. También fue el día en que se declaró un fuego en la catedral de Notre-Dame de París.
Fuente: Zambitovane21.
Redes sociales y medios de comunicación se llenaron de noticias y comentarios sobre el suceso. Muestras de horror, fotografías de "yo estuve allí", profetas de la decadencia de Occidente, propuestas para apagar el fuego por parte de gente que no tiene ni idea del asunto, José Manuel Soto, referencias a que en otros sitios también se destruye patrimonio, conspiranoicos que hablaban de falsa bandera y al mismo tiempo de atentado. Hubo de todo (es tuiter, como vimos en una entrada pasada), también cosas buenas, como que se salvaron los tesoros de la catedral o que había vidrieras y esculturas retiradas para restauración que estaban a salvo.
Los días siguientes se ha hablado mucho sobre Notre-Dame, pero nosotros vamos a hablar de otra cosa: el patrimonio en general, porque creemos que este suceso nos da la oportunidad de realizar ciertas reflexiones y aclarar algunos puntos sobre el mismo.
Los días siguientes se ha hablado mucho sobre Notre-Dame, pero nosotros vamos a hablar de otra cosa: el patrimonio en general, porque creemos que este suceso nos da la oportunidad de realizar ciertas reflexiones y aclarar algunos puntos sobre el mismo.
¿Qué es el patrimonio histórico? Para muchos, son esos lugares bonitos que sirven para hacer fotografías magníficas. Una selfi, y a otro monumento, que vamos con el tiempo justo. El patrimonio, para bien o para mal, ha quedado ligado al turismo de masas. Lo que importa es en cuántos sitios has estado, cuántas experiencias has acumulado; todo eso se puede comprar sin problemas, es un objeto de consumo en alza. Los gobiernos, nacionales, regionales y locales, saben esto, así que se aprovechan. Las instituciones se acuerdan de las ruinas y los monumentos que les ayudan a llenar de turistas las calles y, tangencialmente, se supone que resaltan la importancia del patrimonio para la comunidad. Sin embargo, lo que cuenta son las cifras, cuántas personas han pasado por el Coliseo, por el Museo del Prado, etc.
No en vano, uno de los datos más cacareados por los medios cuando ocurrió el desastre era el número de personas que lo visitan al año.
El patrimonio de un lugar importa si es capaz de atraer dinero. Eso lo saben todos los profesionales de ese mundo. Y si no atrae dinero, a dormir bajo tierra, en el mejor de los casos.
Cuando se realiza una investigación sobre el tema que sea, o se excava un yacimiento arqueológico, o se restaura un cuadro, se supone que se hace para la gente. Para que el público disponga de esa parte de su pasado, conozca sus raíces, o las de otros pueblos. Por tanto, se entiende que todo elemento histórico es susceptible de merecer nuestra atención, siempre teniendo en cuenta los estudios de los especialistas.
Pero no funciona así. El pasado no importa per se, sino por su capacidad para hacer dinero. Lo hemos visto en numerosas ocasiones, como en la ciudad de Cartagena, que ha convertido el patrimonio histórico en un reclamo sin igual. La transformación de Cartagena ha sido increíble, de ciudad industrial poco atractiva a ciudad que atrae cruceros y visitantes de todo el mundo para ver las maravillas del mundo romano. Cartagena supo ver el potencial de su pasado histórico e invirtió en excavaciones, restauraciones y puestas en valor. La jugada les salió bien, y ahora el pasado es una industria más en la ciudad (aunque no es oro todo lo que reluce: enlace).
Cuando se realiza una investigación sobre el tema que sea, o se excava un yacimiento arqueológico, o se restaura un cuadro, se supone que se hace para la gente. Para que el público disponga de esa parte de su pasado, conozca sus raíces, o las de otros pueblos. Por tanto, se entiende que todo elemento histórico es susceptible de merecer nuestra atención, siempre teniendo en cuenta los estudios de los especialistas.
Pero no funciona así. El pasado no importa per se, sino por su capacidad para hacer dinero. Lo hemos visto en numerosas ocasiones, como en la ciudad de Cartagena, que ha convertido el patrimonio histórico en un reclamo sin igual. La transformación de Cartagena ha sido increíble, de ciudad industrial poco atractiva a ciudad que atrae cruceros y visitantes de todo el mundo para ver las maravillas del mundo romano. Cartagena supo ver el potencial de su pasado histórico e invirtió en excavaciones, restauraciones y puestas en valor. La jugada les salió bien, y ahora el pasado es una industria más en la ciudad (aunque no es oro todo lo que reluce: enlace).
Esto abre varios interrogantes: ¿para qué sirve el patrimonio? ¿solo para hacer dinero? ¿para echarse una foto? Evidentemente, nos venden todo esto como una apuesta por la herencia histórica, nuestro pasado, etc., pero, entonces ¿por qué se ignora el patrimonio cuando no se considera rentable?
Cerca de la ciudad de Murcia duermen el sueño de los justos dos yacimientos de enorme interés, determinantes para la historia de la zona: el Martyrium de La Alberca y la Basílica de Algezares. La inversión en esos dos sitios de interés ha sido prácticamente nula, y lo poco que se ha realizado son algunas labores de retirada de hierbas, etc. Son dos ejemplos, pero no seamos injustos, ya que parece que la ciudad de Murcia se ha puesto las pilas y ahora sí que hay dinero para dos zonas arqueológicas (el arrabal de San Esteban y el complejo de Monteagudo) que están destinadas a atraer muchos turistas.
Pero hablemos de dinero.
Cuando parece que hay posibilidades de tener un imán de turistas, puede aparecer el dinero. Mientras tanto, el modelo de alumno en prácticas que trabaja gratis (o pagando) para aprender está muy extendido (mientras que en otras profesiones las prácticas son remuneradas). Muchos yacimientos arqueológicos a lo largo y ancho del país avanzan poco a poco, verano a verano, gracias a eso. Con dos duros para bocadillos, porque nadie da más, en yacimientos sin presupuesto y en otros con presupuestos millonarios, ojo. Después, cuando por fin parece que aflora alguna estructura, se acerca el alcalde o presidente de turno para las fotos. El primer turista ha llegado.
Por supuesto, existen empresas y autónomos que trabajan en excavaciones de urgencia (con presión por parte de constructores, prisas y poco apoyo en general). La situación suele ser precaria, y no es raro que algunos de estos profesionales marchen al extranjero para encontrar mejores salarios. Otros profesionales, como restauradores, trabajadores de museo, etc., también sufren este trato por parte de las administraciones, y llevan cargas de trabajo muy superiores a las que deberían porque faltan trabajadores.
Por eso mismo, muchas veces, el patrimonio está en malas condiciones, o en almacenes, a la espera de tratamiento, de análisis, de espacio en un museo...
El pasado se encuentra en constante peligro de derrumbe, con pocas personas para mantenerlo y fondos exiguos, salvo en casos muy especiales. ¿O también hay problemas con los especiales?
Cerca de la ciudad de Murcia duermen el sueño de los justos dos yacimientos de enorme interés, determinantes para la historia de la zona: el Martyrium de La Alberca y la Basílica de Algezares. La inversión en esos dos sitios de interés ha sido prácticamente nula, y lo poco que se ha realizado son algunas labores de retirada de hierbas, etc. Son dos ejemplos, pero no seamos injustos, ya que parece que la ciudad de Murcia se ha puesto las pilas y ahora sí que hay dinero para dos zonas arqueológicas (el arrabal de San Esteban y el complejo de Monteagudo) que están destinadas a atraer muchos turistas.
Pero hablemos de dinero.
Cuando parece que hay posibilidades de tener un imán de turistas, puede aparecer el dinero. Mientras tanto, el modelo de alumno en prácticas que trabaja gratis (o pagando) para aprender está muy extendido (mientras que en otras profesiones las prácticas son remuneradas). Muchos yacimientos arqueológicos a lo largo y ancho del país avanzan poco a poco, verano a verano, gracias a eso. Con dos duros para bocadillos, porque nadie da más, en yacimientos sin presupuesto y en otros con presupuestos millonarios, ojo. Después, cuando por fin parece que aflora alguna estructura, se acerca el alcalde o presidente de turno para las fotos. El primer turista ha llegado.
Por supuesto, existen empresas y autónomos que trabajan en excavaciones de urgencia (con presión por parte de constructores, prisas y poco apoyo en general). La situación suele ser precaria, y no es raro que algunos de estos profesionales marchen al extranjero para encontrar mejores salarios. Otros profesionales, como restauradores, trabajadores de museo, etc., también sufren este trato por parte de las administraciones, y llevan cargas de trabajo muy superiores a las que deberían porque faltan trabajadores.
Por eso mismo, muchas veces, el patrimonio está en malas condiciones, o en almacenes, a la espera de tratamiento, de análisis, de espacio en un museo...
El pasado se encuentra en constante peligro de derrumbe, con pocas personas para mantenerlo y fondos exiguos, salvo en casos muy especiales. ¿O también hay problemas con los especiales?
Hasta ahora hemos hablado de casos "poco importantes" (para la lógica de rentabilidad económica a la que nos referíamos). Pero echemos un ojo a Pompeya. Cualquiera podría pensar que Pompeya se halla en un estado envidiable de conservación, que el gobierno italiano tiene mimado el yacimiento, pues se trata de uno de los lugares más visitados del mundo (3.649.374 en 2018; y la tendencia desde 2000 es ascendente). Sin embargo, Pompeya muere de éxito, y su sobreexplotación es un problema muy serio.
Fuente: La Vanguardia.
La noticia es de 2013, y surgió por una serie de derrumbes en el yacimiento: la Schola Armatorum o casa de los gladiadores, en 2010; un muro en la casa del Moralista ese mismo año; y también en 2014, diversos colapsos en la estructura del templo de Júpiter o el de Venus. Por no hablar de los típicos idiotas que, año sí año también, salen en prensa porque han hecho un grafiti en un monumento o han robado parte de un mosaico, etc. (sin ir más lejos, aquí una noticia del día 9 de abril: enlace). El principal problema en el momento eran los terribles recortes de más del 50% en los fondos para estos problemas. Si bien parece que se han puesto las pilas (noticia, noticia2, noticia3), todavía queda mucho por hacer.
Ahora que estamos terminando, retomemos el caso de Notre-Dame. El Barroquista, un divulgador genial, arrojó un poco de luz hace unos días en su cuenta de tuiter. Como señala, el problema con Notre-Dame también era de descuido, y llevaba mucho tiempo necesitando ayuda para conservación. Como dice El Barroquista, "lo vergonzoso es que ahora llueve el dinero para rehacer lo destruido, cuando hasta hace poco no se daba dinero para mantener lo original".
Ahora que estamos terminando, retomemos el caso de Notre-Dame. El Barroquista, un divulgador genial, arrojó un poco de luz hace unos días en su cuenta de tuiter. Como señala, el problema con Notre-Dame también era de descuido, y llevaba mucho tiempo necesitando ayuda para conservación. Como dice El Barroquista, "lo vergonzoso es que ahora llueve el dinero para rehacer lo destruido, cuando hasta hace poco no se daba dinero para mantener lo original".
¡Estamos hablando de Pompeya y Notre-Dame! ¿Qué no pasará con lugares mucho más desconocidos? Pues tenemos muchas pistas de lo que ocurre, por ejemplo, en la ciudad de Zaragoza: enlace; o en la ciudad de Murcia: enlace y enlace 2.
De hecho, existen varias listas de patrimonio en peligro: Mundo, España, Murcia.
Como decíamos al principio, este suceso da pie al debate sobre el patrimonio: cuál es la consideración sobre el mismo, cómo lo tratamos, cómo lo tratan las administraciones, cómo se restaura, etc. En Twitter, que también tiene muchas cosas buenas, hemos visto multitud de aportaciones enriquecedoras.
Esperamos haber aportado nuestro granito de arena con nuestros hilos y con esta entrada. Y, por cierto, todavía queda más por venir, porque casualmente hace un mes preparamos un texto para el siguiente número (el 21) de la revista Descubrir la Historia que trata el caso de las Médulas. Esperamos que le podáis echar un ojo.
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