Los bienandantes: epilépticos y conejos voladores por las buenas cosechas
¿Imaginas pasar una oscura noche en mitad del campo rodeado por el sonido del viento agitando los árboles, los aullidos lejanos de los lobos y la posibilidad de que algún ser maligno te ataque? Pues hubo un tiempo en que esto no producía la menor inquietud a los habitantes de los campos de Europa, pues sabían que estaban bien protegidos por un cuerpo de élite con poderes sobrenaturales: los bienandantes.
Los bienandantes, buenos caminantes o benandanti era el nombre que recibía un selecto grupo de personas que en los siglos XVI y XVII era capaz de inducirse el trance al llegar la noche y, durante el sueño, su espíritu se desprendía del cuerpo para patrullar los campos luchando contra brujas y demonios.
A veces su espíritu adoptaba la forma de un gato, un conejo o una mariposa, todos seres ideales para un combate contra el mismísmo diablo. Y, según algunos testimonios, otros simplemente volaban entre las nubes luchando contra brujas. El resultado de esas batallas eran cosechas abundantes y de calidad cuando vencían los bienandantes, pero plagas y sequía cuando lo hacían las fuerzas del mal.
Pero no siempre su trabajo era tan emocionante: a menudo en sus trances parecía que se embutían en un traje o se colocaban la visera, pues también eran capaces de ayudar a abogados y contables en sus trabajos. Total, si Uri Geller puede parar el Brexit con telepatía, ¿qué no iba a poder hacer un hombre que se convertía en conejo por las noches?
También había mujeres entre los bienandantes, sin embargo sus testimonios difieren de los de los hombres: los suyos cuentan que durante sus trances asistieron a procesiones, rituales y grandes fiestas (sí, es uno de los pocos momentos de la historia en que molaba más ser mujer) que propiciaban la fertilidad de los campos, e incluso tenían visiones del futuro próximo de los aldeanos y campesinos.
En cualquier caso, también debía haber bastantes bienandantes con mucha cara que decían tener poderes que iban más allá de los que en principio se esperaba de ellos, pues algunos dijeron ser capaces de hablar con los muertos e incluso curar enfermedades. Poderes que, como dice el escritor Jacopo Fo, podían reportar beneficios económicos a estos supuestos bienandantes. La cachualidad...
Pero ¿cómo se entraba a formar parte de esta especie de X-men de los siglos XVI y XVII? Pues no era una cuestión de voluntad, sino que venía determinado desde el nacimiento. Todos los bienandantes habían nacido con una característica en común: salieron expulsados del vientre materno con la cabeza envuelta en el saco amniótico (saco que, por cierto, debían conservar durante el resto de su vida). Desde niños se les educaba en el bien, y se les convencía de que su nacimiento les había marcado el camino a seguir, el del deber sagrado de proteger los campos del mal.
Carlo Ginzburg mirando a Carlo Ginzburg mirándote a ti. |
Ginzburg tuvo la suerte de su vida al dar con esta gente en archivos italianos que guardaban documentos de la Inquisición donde se recogían interrogatorios a bienandantes. Y decimos que tuvo la suerte de su vida porque nadie antes se había topado con ellos en ningún otro sitio, y un descubrimiento así para un historiador significa fama, dinero y... bueno, en realidad no, pero mola.
Efectivamente, la Inquisición romana les había puesto el ojo encima porque no se fiaba de gente que era capaz de convertirse en animales o ver el futuro. A fin de cuentas, su forma de funcionar se parecía mucho a la de las brujas y brujos: volaban, se reunían en secreto, tenían prohibido hablar de sus actividades o desvelar la identidad de sus compañeros a personas ajenas al grupo...
A decir verdad, una persona que es capaz de hacer esto muy de fiar no parece. |
Y aunque el propio Ginzburg recoge unos pocos casos que resultaron condenados, durante los juicios quedó claro que los bienandantes eran de los buenos pues, tal y como declaró uno de ellos durante un juicio inquisitorial, ellos estaban "de parte de Cristo" y luchaban "en nombre de la religión y de Cristo" contra los que estaban de "parte del demonio".
Durante las investigaciones se dejó claro que los bienandantes no empleaban elementos característicos de los cultos satánicos como cruces invertidas ni otros símbolos, y que además ninguno renegaba de Cristo. Así que los investigadores tuvieron que concluir que se trataba de personas que practicaban la "magia benigna" y se les exoneró de toda culpa.
La región de Friuli queda por ahí. |
La falta de pruebas documentales que respaldasen esta propuesta llevó a muchos historiadores a tachar a Ginzburg de exagerado, y que quizá sí que se tratase de un caso aislado. Sin embargo, en las décadas siguientes fueron apareciendo autores que apoyaron esa teoría relacionándola con otras tradiciones europeas.
Una de esas tradiciones es nada más y nada menos que la de los hombres-lobo, los licántropos. Así, Jacopo Fo, recoge en una obra la declaración de un hombre que a finales del siglo XVII relató durante un juicio en Letonia que era capaz de transformarse en lobo tres noches al año (ni más, ni menos), y que, como él, otros muchos hombres lo hacían para bajar al infierno y luchar contra los demonios y brujos que amenazaban las cosechas.
Al igual que los bienandantes, el letón se defendió refiriéndose a él y a sus compañeros como "perros de Dios" que usaban sus poderes para luchar contra el mal. Así que casos como este y otros en Hungría, Rumanía, Alemania y demás países han llevado a autores más recientes, como Ronald Hutton o Éva Pócs, a respaldar la tesis de Ginzburg de que se trata de una tradición extendida a la mayor parte de Europa.
Por otra parte, los especialistas coinciden en que estas personas creían realmente que aquellas visiones eran reales, así que debían inducirse realmente el trance, y aunque no se sabe exactamente cómo lo hacían, existen distintas propuestas: desde el uso de psicotrópicos, a que se tratase de personas que en realidad sufrían epilepsia.
Arriba: lo que se creía que pasaba el letón. Abajo: lo que pasaba en realidad. |
Así que, si la próxima vez te parece que se te agostan los tomates, no dudes en llamar a los bienandantes y quizá puedas contratarlos, pero si te salen buenos, corre a darle las gracias al epiléptico más cercano.
- Eliade, Mircea (1999). Historia de las creencias y las ideas religiosas, Volumen III: de Mahoma a la era de las reformas. Paidós.
- Fo, Jacopo (2000). El libro prohibido del Cristianismo. Robinbook.
- Ginzburg, Carlo (1983). The Night Battles: Witchcraft and Agrarian Cults in the Sixteenth and Seventeenth Centuries. Johns Hopkins University Press.
- Ginzburg, Carlo (1991). Historia nocturna. El Aleph.
- Perrottet, Tony (2010). 2500 años de historia al desnudo. Martínez Roca.
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