¡A juicio porque no se te pone dura!



¿Te imaginas la vergüenza de que te lleven a juicio por no lograr poner firme a tu soldado? ¿Y te imaginas tener que demostrar que puedes hacerlo delante de un tribunal? ¿Acostarte con tu pareja de forma eficaz y placentera ante unos cuantos desconocidos? Suena casi a argumento de película porno, pero es 100% real y sucedía en la Francia de los siglos XVI y XVII.
En efecto, hubo un tiempo en que una mujer podía llevar a su esposo a juicio por no satisfacerla como Dios manda. Tan grave se consideraba el asunto, que en una sociedad conservadora como la de la Francia medieval y de inicios de la Edad Moderna, era motivo de nulidad del matrimonio.


Y decimos medieval porque aunque los casos más significativos se documentaron en el siglo XVII, en realidad tenemos casos que se remontan al siglo XIV. No debería sorprendernos que una sociedad tan religiosa contemplase la nulidad del matrimonio, pues eran precisamente esas ideas conservadoras las que lo permitían. Nos explicamos: el matrimonio se concebía como el medio para la procreación, para multiplicar a los hijos de Dios. Por tanto, si alguien no cumplía con tal misión, se le expulsaba del matrimonio para que la pareja pudiera encontrar otra persona con la que cumplir con el encargo divino.


 📝👉En realidad, la impotencia como causa de nulidad la encontramos desde mucho tiempo atrás. Existen ejemplos en los siglos XII y XIII, pero sin duda, los más célebres corresponden a los inicios del Renacimiento. Así, tenemos el caso de Lucrecia Borgia, que por mediación del papa (a la sazón su padre, Alejandro VI), logró anular su matrimonio con Giovanni Sforza argumentando su impotencia y se casó en segundas nupcias con Alfonso de Aragón.

Pero claro, hablamos de una época en que las garantías en procesos judiciales eran más bien escasas, y no era la denunciante quien debía demostrar la culpabilidad del denunciado, sino que el acusado debía demostrar su propia inocencia. ¿Y cómo se hace eso en un caso de impotencia sexual? Pues fácil, como diría Goyo Jiménez, "no lo cuento, lo hago".
El marido debía demostrar sus habilidades amatorias ante un tribunal compuesto por médicos, comadronas y sacerdotes (auténticos especialistas en esto de la potencia sexual).
¿Y qué esperaba el tribunal del acusado? Pues básicamente que demostrase su capacidad para tener una erección, evaluaban su "tensión elástica", pero también su movimiento, su ímpetu y, finalmente, su capacidad para culminar. Es decir, su eyaculación. E incluso se evaluaba la calidad del semen.


Señor, vaya desvistiéndose que vamos a medir esa "tensión elástica".
Así, por ejemplo, si el acusado tenía el pene flácido, no era capaz de tener una erección completa o simplemente eyectaba un esperma "acuoso", podía ser considerado culpable y su matrimonio, en consecuencia, anulado.
Ahora bien, esta primera prueba se hacía en solitario ante el tribunal, sin compañía de la pareja. Pero muchos hombres eran completamente incapaces de siquiera erectar ante las curiosas miradas de todas esas personas, y necesitaban de otros estímulos para demostrar su hombría. En estos casos podían solicitar el "Juicio del Congreso".
El Juicio del Congreso consistía en llevar a cabo el acto sexual con la pareja ante el tribunal, el cual se distribuía de forma distinta: las comadronas se colocaban junto a la cama, e incluso sobre ella, para seguir de cerca el proceso y no perder detalle, mientras que religiosos y médicos seguían la actuación tras una cortina o una mampara.


 📝👉Aunque esto de las comadronas en la propia cama pueda sorprender a alguien, lo cierto es que en tiempos pasados y en bastantes sociedades ha sido recurrente el hecho de mantener la primera relación sexual en presencia de testigos. De hecho el rey Enrique IV de Castilla, al parecer, se ganó el sobrenombre de "el Impotente" al no poder consumar con Blanca de Navarra en presencia de los observadores.

Antes de empezar la demostración, se cacheaba a la pareja para comprobar que no había trampa ni cartón y que solo competían con sus cuerpos (no cabía el dopaje en estos asuntos). Y es que hubo casos en que la mujer había denunciado al marido por no ser capaz siquiera de desvirgarla y, durante el Juicio del Congreso, él había tratado de introducir un recipiente con sangre con la intención de verterla sobre la cama y hacerla pasar por su virginidad.
Al terminar el duelo, los observadores revisaban la ropa de cama y el colchón y elaboraban un informe con todos los detalles del acto, recogiendo incluso las palabras que se habían dedicado los miembros de la pareja.


A juzgar por las fuentes al respecto, parece que este tipo de juicios se convirtieron en objeto de parodia, de cotilleos e incluso de folclore. Se hacían apuestas sobre los resultados, se hacían publicaciones y se componían versos sobre los protagonistas, etc. De hecho, llegaron a emplearse como demostración pública de la virilidad de un hombre a quien se había puesto en duda.
Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos un juicio de estas características, así como cualquier otro, suponía un desembolso importante, así que en ellos tan solo participaban miembros de la aristocracia francesa. Y es por eso que cuando corrían rumores acerca de la falta de hombría de Fulanito, o se ponía en duda la virginidad de Menganita, los propios implicados empleaban el Juicio del Congreso como demostración pública para despejar cualquier atisbo de duda.


 📝👉La impotencia se ha empleado como arma incluso política para desprestigiar a personas de la aristocracia a lo largo de toda la historia. Encontramos desde versos de Catulo referidos a autoridades romanas hasta coplillas populares dedicadas a reyes de España en el siglo XIX. Uno de los casos más célebres es el del marqués De Langeais, que en 1657 se enfrentó al Juicio del Congreso para acabar con los rumores sobre su persona. Sin embargo no hizo sino empeorar su reputación, pues no fue capaz de culminar la faena. La tradición dice que, años después, jactándose de haber superado aquello y haber tenido siete hijos, un hombre le respondió: "Pero señor, nadie ha tenido nunca dudas sobre su esposa".

Aunque no encontramos muchos ejemplos de este tipo de juicios tras la Revolución Francesa, lo cierto es que sí que encontramos este tipo de prácticas hasta 1896. En aquel año fue un tribunal de Estados Unidos el que pidió a un hombre que demostrase su inocencia ante la acusación de su mujer de ser impotente. El caso se cerró dando la razón a la esposa y con la anulación del matrimonio.
De hecho, en el Derecho Canónico, encontramos un canon (el 1084) publicado en enero de 1983 que dice así: "1. La impotencia antecedente y perpetua para realizar el acto conyugal, tanto por parte del hombre como de la mujer, ya absoluta ya relativa, hace nulo el matrimonio por su misma naturaleza". Ahora bien, ya no encontramos referencias a demostraciones ante el tribunal.


En fin, aunque ya no se realizan este tipo de juicios igual hemos comentido un error al darlos a conocer y hemos dado ideas a alguna pareja insatisfecha... nuestras disculpas por anticipado.


  • Darmon, Pierre (1986). Damning the Innocent. A History of the Persecution of the Impotente in Pre-Revolutionary France. Viking.
  • Perrottet, Tony (2010). 2500 años de historia al desnudo. Martínez Roca.
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