La historia en los tiempos de Twitter

Hemos comentado en numerosas ocasiones cómo está el mundo de la divulgación hoy en día, e incluso hemos recomendado a muchos divulgadores desde aquí. Cuando ha hecho falta, hemos (y nos hemos) dado un tirón de orejas, y seguiremos en ello cuando haga falta.
Ahora bien, TUITE. La plataforma que aúna infierno y cielo en 280 caracteres hace las delicias de los usuarios con memes, información al instante y vídeos de gatetes, pero también es el ÁGORA MAL. 280 caracteres para dejar la sentencia de turno y mostrar que somos más listos y más mejores que nuestros rivales ideológicos. Y aquí entra el shitpostting de la historia. Para ganar unos votitos, ¿qué mejor que aludir a las glorias del imperio del siglo XVI, ese comido por las deudas, enfermedades y miserias del pueblo llano?
Pero hoy no toca siglo XVI. Hoy toca vivir en sociedad.


Esta cuenta, dedicada a ir a la contra de lo que otros dicen, más que a aportar en positivo, publicó ese tuit (bueno, una carretilla de tuits) sobre el 8M. Ese día no le representa, dice, así que marca distancia con los eslóganes feministas. De hecho marca tanta distancia que se sale de la sociedad. Debió crecer, junto a su madre y padre, en el espacio exterior o en el pico de una montaña, allí donde las dinámicas de las sociedades humanas no llegan.
Algunos liberales se pasan tanto en su individualismo, que se salen del tiesto. Y es que, en su esfuerzo por no contribuir a la sociedad pagando impuestos, se convierten en islas de imposibilidad metafísica. Están donde están por el esfuerzo único de sus progenitores y, suponemos, el suyo mismo, pero no existe influencia externa que penetre el núcleo de acero familiar, no debe nada a las feministas porque los que le enseñaron a ser libre y curraron fueron sus progenitores.
  • La mujer puede votar por la presión de la lucha sufragista. Pero en este caso fue porque sus progenitores curraron.
No es difícil hacer una extrapolación. Si no debe nada a las feministas por esas circunstancias, no debe nada a nadie más.
  • Tenemos horarios de ocho horas, y no de diez o doce, por la lucha obrera que se manifestó incansablemente. Pero en este caso fue porque sus progenitores curraron.
  • Lo mismo para vacaciones pagadas, pensiones, bajas por enfermedad, etc. Pero en este caso fue porque sus progenitores curraron.
Evidentemente, esto es ridículo, pero se produce por varios factores. La brevedad de Twitter, aunque si quieres extender una idea, puedes escribir un hilo; la obsesión liberal por disociar al individuo y su familia de la sociedad, que alcanza cotas inauditas pero tiene éxito; el uso de la historia para hacer política, que no es nuevo y tiene muchas formas, no solo las alusiones al pasado, sino también la mentira por omisión, como en este caso, que se niega el pasado, lo que nos ha traído hasta aquí, para oponerse a una manifestación que lucha por derechos.




Por otra parte, no deja de ser llamativo que sea precisamente una simpatizante de Vox, y antiguo miembro del partido, quien haga estas afirmaciones, pues precisamente esta agrupación emplea continuamente la historia como forma de justificación y legitimación de determinados argumentos. De hecho, hace bien poco escuchábamos a Ortega Smith, secretario general de Vox, hablar ante el Parlamento Europeo sobre las Cortes de León, de Lepanto, las Navas de Tolosa y Carlos V (paradójico, por otra parte, que un supuesto patriota utilice la numeración del Sacro Imperio Romano Germánico y no la española).



De forma que, si atendemos a sus argumentos, debemos agradecer a Juan de Austria y Felipe II que las mujeres de Europa no lleven burka, pero no debemos agradecer a la lucha de las sufragistas y las feministas los derechos conseguidos.




Porque a fin de cuentas, esta forma de entender la historia aúna lo peor del historicismo y lo peor del presentismo para construir un discurso que tergiversa la historia a placer, adaptándola a su gusto con el único fin de legitimarse y confirmar sus prejuicios. Y esto, queridos amigos, no es hacer uso social de la historia, esto es violentarla y violarla hasta un límite que supone una falta de respeto a nuestro pasado, a nuestra disciplina y, por mucho que les cueste entenderlo, a nuestras patrias, pueblos y culturas. Y, ¿qué papel juega Twitter en todo esto? Pues precisamente facilita este tipo de argumentos y promociona estos discursos en los que no caben los matices, tan solo los titulares llamativos e inflamantes de lo irracional.





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