Los españoles de Juana de Arco: carreras y orgullo por Orleans
La aparición de Juana de Arco en la Historia fue muy oportuna debido a que su advenimiento se produjo durante una (de las tantas) horas más oscuras de Francia. En 1429, la Francia del futuro rey Carlos VII se jugaba su porvenir a una sola carta: la ciudad de Orleans. Esta prestigiosa urbe erigida en mitad del reino, junto al río Loira, se encontraba bajo un fuerte asedio debido a que era de los últimos bastiones leales a la causa del mencionado Carlos, de la dinastía francesa Valois, que se enfrentaba a la Inglaterra de los Lancaster con Enrique VI a la cabeza de la misma. Estaba en juego el dominio legítimo del reino de Francia. Si perdía Orleans, Carlos de Valois tendría que despedirse de su causa y de su reino para siempre y aceptar una Francia inglesa, de modo que nos encontramos ante uno de los episodios más decisivos de la Guerra de los Cien Años (1337-1453).
El ejército fiel a Carlos de Valois estaba en una situación deplorable desde su desastrosa batalla de Azincourt acaecida en 1415, en la cual crème de la crème de la aristocracia francesa junto a la mayor parte de sus efectivos militares, se estamparon contra el ejército de Enrique V de Inglaterra en una batalla campal de barro y sangre que pasó a la historia como una de las más humillantes derrotas de la historia militar de Francia. De modo que en 1429 durante el asedio de Orleans, casi sin dinero y con el lúgubre recuerdo de Azincourt persiguiéndole allá a donde fuera, Carlos de Valois decidió poner su destino en manos de Juana de Arco, la cual prometió coronarle como rey y devolverle la Francia que legítimamente le pertenecía. Así las cosas, lo que quedaba del ejército real comenzó a reagruparse para la épica gesta, reuniendo no sólo a soldados franceses, sino también escoceses, lombardos, italianos e incluso también algunos hombres de armas procedentes de la península ibérica, de los cuales dos nos llaman poderosamente la atención pues fueron protagonistas de dos hechos que evidencia la procedencia hispana de los mismos.
El primer suceso nos recuerda un poco a nuestro famoso y peligroso “no hay huevos a…”, ocurrido durante el seis de mayo de 1429 cuando el pequeño ejército francés tras llegar a Orleans y aprovisionar a sus compatriotas, toma la iniciativa y decide asaltar uno de los tantos baluartes ingleses que cercaban la ciudad, en este caso uno conocido como los Agustinos. Y es durante la carga cuando se produce un singular pique entre un soldado español, llamado Alfonso de Partada y otro de origen francés para ver quién llegaba antes a las líneas defensivas inglesas y así zanjar la discusión sobre quién de los dos era el más valiente. Sin embargo, un gigantesco inglés cubierto de pies a cabeza de armadura completa y armado hasta los dientes se plantó ante ellos interceptando su trayectoria, no pudiendo reanudarla hasta que el maestro de artillería francés, Jean de Lorraine, le abatiera de un disparo de culebrina dejando así vía libre a los entusiastas competidores. No se sabe quién ganó la carrera, pero tanto la tortilla francesa como la española llevaban huevos de sobra esta vez.
El segundo suceso lo protagoniza al día siguiente un soldado apodado “el Vasco”, vasallo del señor de Villar, que vendría a reforzar la idea que se tiene de los vascos en lo referente a su gran osadía y fuerza. Tras tomar los Agustinos, Juana de Arco se empecinó en tomar el baluarte de Les Tourelles, una de las fortificaciones más poderosas (y molestas) con la cual los ingleses bloqueaban el puente de Orleans. El ejército francés luchó hasta la extenuación durante todo el día, pero finalmente optaron por batirse en retirada al resultar Juana herida de gravedad tras impactarle un venablo entre el cuello y el hombro, aunque ella se negó en rotundo a abandonar el campo de batalla. El portaestandartes de Juana de Arco, agotado tras la batalla, cede el preciado estandarte de la Doncella a "el Vasco", el cual sin dudarlo siguió a Jean d'Aulon, escudero de Juana, a reanudar el ataque contra Les Tourelles. No obstante, al llegar al foso defensivo del baluarte repleto de cadáveres de ambos bandos tras el primer fallido asalto, el Vasco se detuvo en su avance sin duda impresionado ante tal visión, lo cual irritó a Juana de Arco que aunque herida, se negaba a guardar cama lanzándose también al nuevo ataque, arrebatándole el estandarte al Vasco. Jean d'Aulon por su parte le acusó de cobarde, lo que provocó que el Vasco perdiera los estribos ante la doble situación embarazosa en la que se encontraba, de modo que le quitó el estandarte a la mismísima Juana de Arco y se lanzó al ataque contra los ingleses él solo, algo que desencadenó, sin proponérselo, una oleada de entusiasmo al resto del ejército francés que avanzaba detrás ya que vieron el estandarte de Juana de Arco en primera línea de batalla una vez más, consiguiendo tomar definitivamente el otrora poderoso e intimidante baluarte inglés. Al día siguiente, los ingleses abandonan el asedio de Orleans, siendo por fin la ciudad liberada y siendo también la primera gran victoria francesa tras muchos años de bochornosas derrotas, gracias en parte a la determinación de un vasco que no permitió que se pusiera en duda su valía.
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- Duby, G. y A., Los procesos de Juana de Arco, Granada, 2005.
- Just-Jean-Étienne, R., Histoire de Jeanne d'Arc, dite la Pucelle d'Orléans, Tours, 1842.
- Nicolle, D., La heroína de Orleans, Barcelona, 2011.
- Sackville-West, V., Saint Joan of Arc, London, 1936.
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