Sexo en las paredes de Pompeya


"María la chupa por...", "Antonio es maricón", son ejemplos de lo que uno puede leer hoy en día en la puerta de un baño cualquiera de un bar de carretera o una discoteca. Y es que a menudo cometemos el error de creer que las gentes del pasado actuaban y hablaban de forma muy distinta a como lo hacemos en la actualidad, como si nosotros hubiéramos inventado algo. Nada más lejos de la realidad, pues no somos sino meros herederos de lo que ya hicieron otros antes que nosotros, y buena muestra de ello son los graffitis sexuales que las paredes de la ciudad romana de Pompeya han conservado a lo largo de los siglos.
Nuestro recorrido sexual comienza en el burdel de Innulus y Papilio, donde el primer texto reza: "Llorad, chicas. Mi pene ha renunciado a vosotras. Ahora perfora el trasero de los hombres. Adiós, maravillosa feminidad"
Por el momento nada ofensivo ni malsonante, tan sólo una confesión o una declaración de intenciones. Nos vamos ahora al bar de Atticus, donde otro individuo grabó en la pared simple y llanamente "Me follé a la camarera".
Lo desconocemos, claro, pero quizás fue la misma camarera la que en las paredes de la casa de los mercaderes confesó "Atimetus me dejó preñada".
Pero al parecer este tipo de textos en los bares, como hoy, eran bastante habituales, pues en la taberna de Verecundo nos encontramos la petición "Restituta, quítate la túnica y muestra tus peludas partes". Desde luego pocas dudas nos quedan acerca del aspecto íntimo de la tal Restituta, aunque dudamos que las ingles brasileñas fueran regla general en la Antigua Roma.
Más enigmático se mostró el personaje que declaró "Considera atentamente esta adivinanza de Epafra: lo meto en un lugar negro, lo saco rojo". La adivinanza queda abierta (la adivinanza, insisto), pero no creemos que los arqueólogos se precipitasen al catalogar este graffiti como sexual. En cualquier caso, más directo fue el que pintó orgulloso: "Lancen gritos de dolor, mujeres; quiero sodomizar".
Pero no pensemos que el sexo anal quedaba restringido a los burdeles, también encontramos referencias a él en una suerte de declaraciones onanistas como la que se puede encontrar en un pene en bajorrelieve y que dicta: "Cuando me da la gana, me siento en él." Y nosotros que nos alegramos por el autor, pues, tal y como dicta un último epígrafe grabado junto a otro pene en relieve: "Aquí habita la felicidad".


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