Harry Potter y la verdad histórica sobre la piedra filosofal
La primera pregunta evidente la encontramos en el título: ¿qué es eso de la piedra filosofal? Pues empecemos por desmentir el propio nombre: aunque la denominación indique lo contrario, en realidad no se trataba de una piedra, sino de una sustancia. Esta sustancia tendría una serie de características particulares que habrían supuesto la obsesión de los alquimistas desde la Edad Media, y aquí es donde encontramos el primer escollo: ¿qué es la alquimia? Tratemos de responder esta pregunta y ya volveremos al tema de la piedra filosofal...
LA ALQUIMIA
El alquimista, David Teniers. 1631 - 1640. Museo del Prado (Madrid). |
Aunque esa afición a lo místico y al secretismo le ha restado cierta credibilidad, en realidad la ciencia moderna debe mucho a la alquimia. Si bien es cierto que no podemos denominarla ciencia, más bien protociencia, buena parte de la base de la ciencia moderna bebe directamente del saber alquímico. De hecho, reconocidos científicos como Isaac Newton o Robert Boyle probablemente tengan más relación con la alquimia que con la ciencia tal y como la conocemos hoy, y sin embargo nadie duda que son algunos de sus pilares.
El problema es que a lo largo de los siglos se ha hecho un totum revolutum con todas las personas que a lo largo de las edades Media y Moderna se dedicaron a ámbitos de conocimiento tan distintos como la farmacología, la química, la medicina, la biología, la astronomía, las matemáticas... en fin, todo el que en algún momento dedicó estudios a cualquiera de estos ámbitos fue señalado como un alquimista. Sin embargo un alquimista era algo más concreto.
Un alquimista no solo era una persona dedicada al estudio de esas disciplinas, sino que además eran personas que compartían una cosmovisión particular: la creencia de que el universo es un organismo vivo en el que todos y cada uno de los elementos que lo conforman están completamente interconectados. De esta manera, el cuerpo humano sería un microcosmos reflejo de un cosmos mayor (el universo), y además el hombre sería capaz de alcanzar a Dios avanzando en el conocimiento y la experiencia mística. La alquimia también puede provocar fuertes dolores de cabeza.
BREVE HISTORIA (ABSURDA) DE LA ALQUIMIA
Aunque tradicionalmente se ha vinculado la alquimia con la Europa medieval y moderna, lo cierto es que se trata de algo mucho más antiguo: Zósimo de Panópolis es considerado el primer alquimista, un hombre dedicado a la ciencia y la filosofía en el Egipto bajo dominio griego, y el primero que menciona la piedra filosofal.
Según la Wikipedia italiana este es Zósimo. Vale, pues muy bien. |
El libro que habría recopilado todos esos conocimientos se titularía Khêma, de donde procede la palabra alquimia. Si bien el término que ha llegado a nosotros lo ha hecho a través del árabe (el-Kimya), su origen en realidad es griego, y proviene de khymeia (fundido). Aunque algunas teorías señalan que también podría guardar relación con Kemet, el nombre con que los propios egipcios se referían a Egipto.
El dios egipcio Thot con cabeza de Ibis. |
Este Hermes no era el Hermes de la antigua mitología griega, sino la mezcla de aquel con esas otras ideas, y además con una supuesta existencia real y terrenal que trascendía el mito. De hecho, se le llegó a asimilar con el dios egipcio Thot, convirtiéndose en una especie de patrón de la medicina, la astrología, la magia, etc. Es decir, en esa mezcla de elementos científicos y místicos.
El tal Hermes sería el fundador del hermetismo, es decir, de la alquimia primigenia, y a él se atribuyeron tratados sobre cada una de esas disciplinas de conocimiento. Sin embargo hoy sabemos que no existió tal persona, y que esos textos en realidad eran apócrifos.
Ahora bien, que los textos alquímicos estén plagados de símbolos, que sean de difícil interpretación y que estén revestidos de ese secretismo, no quiere decir que los alquimistas fueran perseguidos, más bien al contrario. Es más, autores cristianos como Lactancio, y algunos padres de la Iglesia reconocieron al tal Hermes y a algunos alquimistas como grandes filósofos y científicos. Esa afición por el simbolismo, dicen los expertos, está más relacionado con una moda de aquellos siglos (véase la forma de escritura de La Biblia, por ejemplo) o, en todo caso, con el celo por proteger sus conocimientos.
Mosaico de la catedral de Siena en el que aparece Hermes Trismegisto. |
Obviamente, a lo largo de tantos siglos, habiendo pasado por tantas manos, las creencias de los alquimistas, si ya eran un tanto difusas, se hicieron más abstractas y dispares. Los alquimistas medievales y modernos se basaban en aquellas creencias antiguas pero sin seguirlas a pies juntillas, abandonaron la vertiente más filosófica y religiosa y se centraron en la práctica. Es más, durante la Edad Media comenzó una clara distinción entre aquellos alquimistas con una vocación más filosófica y religiosa, y los más centrados en alcanzar esos objetivos de transmutar metales en oro o curar enfermedades.
Hasta tal punto existían diferencias entre ellos, que los primeros se referían a los segundos como "sopladores". Y para evitar que esos sopladores metiesen las narices en los estudios de los filósofos, estos trataron de hacer aún más crípticos sus escritos. Muchos de ellos llegaron a asociarse y crear sociedades secretas como la Rosacruz para proteger sus conocimientos frente a los sopladores.
Además, algunos escribían de esa forma tan compleja porque trabajaban para reyes celosos que les pagaban por encontrar la forma de llevar a cabo esos prodigios de inmortalidad y oro a raudales a cambio de protección.
El final de la alquimia llegaría precisamente en el siglo XVII, conforme la ciencia se fuera distanciando de esa complejidad esotérica y desligándose de los ambientes místicos para abrazar la Ilustración.
LA PIEDRA FILOSOFAL
La cuestión es que todos los alquimistas compartían tres objetivos básicos: el ennoblecimiento de la materia (convertir otros materiales en oro), la curación de todas las enfermedades (hasta alcanzar la inmortalidad) y aproximación a dios (a través del conocimiento y de la espiritualidad).
Según los alquimistas había una sustancia capaz de hacer esas tres cosas: transmutar metales en oro, proveer de inmortalidad y elevar al hombre al nivel más alto de conocimiento y proximidad a Dios. Y esa sustancia era la piedra filosofal o lapis philosophorum. De hecho, en la primera entrega de la saga, el malvado Voldemort pretende hacerse con la piedra para alcanzar la inmortalidad.
De acuerdo a sus creencias, la consecución de esa sustancia era el resultado de meses o años de trabajo y experimentación científica, pero también de purificación y perfeccionamiento del propio espíritu del alquimista.
Vale, vale, todo esto está muy bien, pero dime los ingredientes para hacerme yo una piedra que convierta las cosas en oro y me haga inmortal, puede que estés pensando. Y en realidad la respuesta no es tan sencilla: no había una receta clara para la elaboración, pero la mayoría de alquimistas creían que debía obtenerse de la mezcla en proporciones adecuadas y concentración de mercurio (que representaba el espíritu humano y lo femenino) y azufre (que representaba el alma humana y lo masculino). [La diferencia entre espíritu y alma ya se la consultas a tu alquimista o teólogo de cabecera].
Pero ojo, que no bastaba con hacer la mezcla, sino que después había que introducirla en el ovum philosophicum, sí, un huevo filosófico. Y aquí es donde entra en juego todo eso que hemos visto del gusto por la ambigüedad y lo simbólico de los alquimistas, puesto que no sabemos qué significaba exactamente eso de "huevo".
Hay quien dice que es algo literal, que había que meter la mezcla en un huevo, sin embargo otros señalan que en realidad se trataba de un instrumento muy usual en los laboratorios alquímicos: el vas hermeticum, una retorta de vidrio cerrada herméticamente (herméticamente, ¿eh? ¿Lo pillas?).
En el interior del huevo, la mezcla pasaría por varias fases (putrefacción, resurrección, rubificación...) y finalmente se rompía el huevo y salía a la luz esa mezcla consensada con las propiedades que se le atribuían.
Pero igual que ocurre con el huevo, no sabemos hasta qué punto lo contado por los alquimistas en sus escritos es literal o se trata de símbolos, ya que algunos interpretaron que el huevo podría ser una metáfora de los cuatro elementos (clara, agua; cáscara, tierra; yema, fuego y piel, aire); otros entendían que había que pasar la mezcla por procesos como la cocción... de forma que muchos lo intentaron pero pocos (o más bien ninguno) lo consiguieron.
Alquimista descubriendo el fósforo, de Joseph Wright (1771). |
La idea popularizada de ese alquimista no es más que una caricatura o un arquetipo, en realidad la mayor parte de alquimistas no apuntaron tan alto, y en lugar de ir a por el bote, decidieron quedarse por el camino perfeccionando sus conocimientos de medicina, química, botánica, etc.
Dicho todo esto, en realidad la piedra filosofal que aparece en la película, según la mayoría de alquimistas, sería un paso intermedio del que más tarde se extraería el elixir que dotaría a su poseedor de la inmortalidad y de la capacidad de convertir los metales en oro. Aunque otros muchos interpretaban la piedra como un símbolo de la culminación de ese camino de purificación y perfeccionamiento que seguían los alquimistas. El final del Opus magnum, la Gran Obra, que perseguían. Pero, ¿alguno lo consiguió?
NICOLAS FLAMEL
Fuera una piedra, un elixir o la culminación de un camino, cabe preguntarse si alguien llegó a alcanzar ese objetivo. Para los alquimistas, aquel que había conseguido desentrañar todos los secretos que llevaban a la consecución de la piedra era denominado "adepto".
El problema es que muchos alquimistas eran unos auténticos cuñados: decían ser capaces de hacerlo pero pocos lo hacían (como tu cuñado cuando dice que conoce todos los secretos para la elaboración del arroz perfecto, pero tú sabes que no). Así que en realidad solo existe cierto consenso en torno a una persona: Nicolas Flamel.
Nicolas Flamel juega un papel importantísimo en la primera entrega de Harry Potter. De hecho en el propio libro se le reconoce como el creador de la piedra filosofal y se dice incluso que la había llegado a utilizar alcanzando los 665 años. A pesar de su papel fundamental, lo cierto es que en la película no se le ve en ningún momento, y habría que esperar a la segunda entrega de la precuela Animales fantásticos y dónde encontrarlos para verlo en pantalla.
A la izquierda Nicolas Flamel en Animales fantásticos y dónde encontrarlos (Brontis Jodorowsk) y, a la derecha Nicolas Flamel en un grabado del siglo XIX. |
Supuestamente, según cuenta él mismo y cuentan algunos de sus defensores, Flamel se convirtió en un adepto completando la Gran Obra y hallando la piedra filosofal. De hecho, el rey Carlos VI de Francia lo contrató para proveerle de oro (tampoco esto debe darle mucho crédito a la historia, pues sabemos que Carlos VI era un psicótico con serios problemas mentales, aunque hay que reconocer que sí que se conservan pruebas de cuantiosas donaciones del alquimista a hospitales, escuelas y demás). Y además empleó la piedra para dotar del don de la inmortalidad a su mujer y, claro está, a él mismo.
Pero, sorpresa para nadie, su mujer y él murieron en las primeras décadas del siglo XV. Ciertamente murieron a avanzada edad para la época, Flamel habría vivido más de ochenta años, que no está nada mal, pero que dista bastante de ser inmortal.
Entonces, ¿de dónde sale la leyenda sobre su inmortalidad? Pues en primer lugar hay que decir que una de las pocas menciones a su descubrimiento la hace él mismo en su obra y además lo hace de esa forma tan críptica que comentamos de los alquimistas. Y además Flamel también era famoso por su excentricidad y por no tener abuela. Pero hay un detalle aún más importante.
Hay muchas publicaciones modernas que aseguran que pocos meses después de su muerte, un grupo de abogados, por cuestiones burocráticas, abrió las tumbas del matrimonio y las halló vacías. Sin embargo, no existen pruebas que acrediten que este hecho ocurriera realmente. El caso es que el rumor de la tumba vacía corrió como la pólvora, pero sobre todo a partir del siglo XVIII. Se conservan escritos de viajeros que aseguran haber oído hablar del matrimonio Flamel en sitios como Uzbekistán o la India.
En el número 51 de la Rue de Montmorency de París se conserva la casa de Flamel que por otra parte tiene esa estética tan Potteriana. |
De ser así, de haber sido abiertas sus tumbas en aquellos siglos, nos dicen algunos autores que no sería extraño haberlas encontrado vacías, pues después de tantos siglos, que hubieran sido objeto de algún tipo de saqueo habría sido lo más normal, y más tratándose de personas tan conocidas y ricas como lo habían sido en vida y muerte los Flamel. Para colmo, entre los años finales del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX dicha iglesia fue completamente destruida, y que los revolucionarios hubieran sacado los cuerpos de sus tumbas es lo menos grave que podrían haberles hecho. No obstante, muchos historiadores son partidarios de la idea de que los cuerpos se trasladasen en una de las remodelaciones sin que haya llegado hasta nosotros registro alguno.
En cualquier caso, si quieres ver la tumba de Flamel ya no puedes ir al cementerio, que desapareció, pero sí que puedes ir al Museo de Cluny, donde aún se conserva la lápida.
No sabemos si Flamel dio o no con la piedra filosofal como se asegura en Harry Potter, pero sí que sabemos que de alguna forma alcanzó la inmortalidad: lo encontramos en obras de Victor Hugo, de Umberto Eco, de Alejandro Dumas, lo encontramos en la saga Harry Potter, en videojuegos y hasta en tristes entradas de blog del siglo XXI. ¿Cómo no reconocerle que alcanzó la inmortalidad?
- Eliade, Mircea (2016). Herreros y alquimistas. Alianza.
- Hutin, Serge (1962). La alquimia. EUDEBA.
- Berthelot, Marcelin P. E. (2001). Los orígenes de la alquimia. MRA.
- Callejo, Jesús (2006). Secretos medievales. Martínez Roca.
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