Destruyendo mitos 4: vomitar para seguir comiendo

Un enterao o cuñao histórico siempre se identifica por sus comentarios basados en tópicos, ideas preconcebidas y bulos. Es raro que un espécimen de este tipo haga alusión a estudios rigurosos, sino más bien a lo que alguien le contó en algún momento o lo que ha visto en las películas. Pero cuando hablamos de Roma, estos tópicos se multiplican por 1000.
Es el caso de uno de los mitos más extendidos sobre esta antigua civilización: los romanos comían mucho y luego se metían una pluma y se provocaban el vómito para seguir comiendo. ¿Cuántas veces habremos oído esto? 

Pues es mentira.



No, los romanos no se metían plumas de pavo ni de ganso hasta la garganta para vomitar y poder seguir comiendo. No obstante, es un bulo muy extendido, de hecho hay quien habla incluso de que existía un lugar de la casa dedicado a tal fin, el vomitorium.
Como siempre decimos, vale que sea falso, pero ¿de dónde viene la confusión? Pues eso no está tan claro. Para empezar, el término vomitorium no hacía alusión a una habitación de la casa, sino a los pasillos de acceso al interior del teatro.

Reconstrucción digital de un vomitorio gracias a Wikipedia.
En realidad la palabra vomitar proviene del verbo vomere que no hace únicamente alusión al acto de expulsar el contenido del estómago, sino que sencillamente alude al acto de expulsar, arrojar o conducir algo hacia el exterior. De forma que estos pasillos recibían su nombre del acto de conducir a los espectadores a las gradas o al exterior del teatro.
Hay quien considera que el creador de la confusión fue  ̶C̶o̶n̶f̶u̶c̶i̶o̶ Cicerón, pues en un texto describe que Julio César, enfermo durante una cena, no fue a la letrina sino al vomitorium. Quizá se refería a un pasillo u otro lugar, pero desde luego no a una sala dedicada al vómito.
Quien contribuyó a la creencia en la existencia de esta habitación fue el escritor inglés Aldous Huxley, que en su obra Antic Hay insinuaba una sala dedicada a este fin con el mismo nombre: “The door of his sacred boudoir was thrown rudely open, and there strode in, like a Goth into the elegant marble vomitorium of Petronius Arbiter, a haggard and dishevelled person…”.



Vale, pero que no existiera esta sala no quiere decir que no existiera la costumbre de vomitar para seguir comiendo. Aquí es donde intervienen las fuentes romanas.
Sobre las fuentes romanas ya hemos advertido muchas veces de sus peligros, pero en este caso hay que tener especialmente en cuenta que los autores de la época aludían a episodios especialmente llamativos de personas que no representaban al común de la sociedad romana del momento.
Claudio a punto de echar la raba. Grato ya la está echando.
Dramatización
Así pues, encontramos testimonios como los de Dión Casio, Petronio o Suetonio, que nos cuentan cosas como que el emperador Claudio comía en exceso a la hora de la cena y que, antes de acostarse, se provocaba el vómito con una pluma. O sobre Vitelio, del que cuentan que hacía cuatro grandes comidas al día y que vomitaba entre cada uno de ellos. Incluso Séneca hizo alusión a esta cuestión con una frase muy explícita que podría servir de argumento a favor: “Vomitan para comer; comen para vomitar”.
Pero todos ellos aludían a personajes a los que atacaban precisamente por sus excesos, y desde luego no podemos tomar a Claudio como representante del romano medio. Son estas las únicas alusiones que existen, y solo en una se refieren al uso de la pluma. Ni siquiera hablan del acto de vomitar para seguir comiendo con normalidad, sino más bien como una excentricidad, de modo que queda bastante claro que no era costumbre entre los romanos.

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2 comentarios:

  1. Aburrido y aburriente muñeco de paja, propio del cuñadismo ilustrado. Cuando se dice que "los romanos vomitaban para comer de nuevo" nadie está pensando en el vulgo, en el conjunto de la población..

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  2. Quien sí vomitaba en algunas ocasiones, si le gustaba mucho alguna comida, para repetir seguido de expelirla, fue el último presidente del Gobierno republicano, Juan Negrín.
    Lo cuenta en sus memorias Cipriano Mera , porque fue testigo de ello al final de la Guerra Española, en una comida en Madrid con otros responsables militares y con Negrín, que tras tragarse una abundante ración, se ausentó para volver al de unos minutos y pedir más de lo mismo. Y alguno de los comensales le desveló el asunto al asombrado Cipriano.

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