Mao Tse Tung y la fiebre del mango

Muchas veces hemos hablado en este blog sobre religiones y cultos extraños, pero muy poco sobre China, y hoy ha llegado el momento.
Trabajadores chinos celebran la recepción
de los mangos (1968).
Nos trasladamos a los años de la Revolución Cultural china (1966-1976), un período convulso, con un sinfín de dificultades para la sociedad china. Uno de los episodios más tensos de este período fue el asalto a la Universidad de Tsinghua en Pekín, cuyos estudiantes se resistían a aceptar los cambios. El líder de la revolución, Mao Tse Tung, envió allí a 30.000 trabajadores desarmados contra los estudiantes armados con lanzas y ácido sulfúrico. El balance del enfrentamiento fue el siguiente: 5 fallecidos, 700 heridos y la rendición de los estudiantes. Como agradecimiento a los trabajadores, Mao decidió enviarles 40 mangos que el canciller de Pakistán le había regalado, pero no pudo prever lo que estaba creando con ese gesto: un culto de lo más extravagante.
La principal fuente para este episodio tan particular de la historia de china es la historiadora Alfreda Murck, que cuenta cómo los chinos del norte, al recibir aquellos frutos sin haber visto nunca antes un mango, pasaron la noche mirándolos, oliéndolos y acariciándolos. En algunas localidades se organizaron procesiones kilométricas con los mangos como protagonistas, y en otras se llegaron a fletar aviones para enviar los mangos a trabajadores de otras ciudades.
Campesinos y otros trabajadores desfilan con imágenes de Mao y con los mangos.
Los trabajadores identificaron aquellas frutas como un símbolo de una nueva etapa, el fin de la anarquía, una nueva forma de relación entre los miembros de la sociedad. Así que cada mango fue preservado, unos metidos en formol, otros encerados y expuestos en vitrinas, y cuando algunos empezaron a pudrirse, fueron pelados y hervidos, convirtiendo aquel agua en agua sagrada. Adam Yuet Chau, de la Universidad de Cambridge, dice que los mangos adquirieron las mismas cualidades que las reliquias en otras religiones.
Los trabajadores construyeron todo un culto entorno a los mangos, y había que alabarlos y pobre de aquel que faltase al respeto de los mangos, y no por mandato gubernamental ni ningún tipo de represión por parte de las autoridades, de hecho Mao rio al conocer el alcance de los mangos. Era el propio pueblo el que atacaba a todo aquel que pusiera en tela de juicio el valor de aquellas frutas. De hecho se conocen casos de humillaciones públicas e incluso ejecuciones de miembros de comunidades que habían hecho comentarios tan inocentes como comparar el mango con una patata dulce.
Los historiadores señalan que el mango no era una posesión del presidente, ni un regalo, ni siquiera una representación de él, sino que era el presidente mismo, y así había que tratarlo.
Los antropólogos hacen una reflexión interesante en torno al mango: la destrucción de templos y santuarios durante la revolución o la imposición de un sistema completamente laico no había podido eliminar las conductas religiosas, y aquellos mangos regalados por el líder venían a ocupar el lugar que en otro momento habían ocupado otros elementos. De hecho los cultos y rituales rendidos a los mangos en muchas localidades eran exactamente iguales a los de las tradiciones budistas y taoístas.
Pero el mango fue mucho más que eso, fue el impulso definitivo para la popularidad de Mao Tse Tung. El Partido Comunista supo aprovechar el fenómeno y rápidamente se apresuró a la fabricación de piezas para el hogar con variaciones sobre el mismo tema: tazas con mangos, jabones con olor a mango, ropa de cama con mangos estampados, vajillas con mangos, etc. Ciudades como Pekín aparecieron empapeladas con imágenes de mangos en días de fiesta, e incluso hubo enfrentamientos entre campesinos por hacerse con fotocopias de la imagen de un mango.

Desgraciadamente, la euforia desapareció un año y medio después, cuando las réplicas de cera de los mangos tuvieron que ser prendidas para emplearlas como velas durante los cortes eléctricos y el merchandising del nuevo culto fue objeto de intercambios para conseguir comida, y es que aún quedaban algunos años de necesidades para el pueblo chino, pues la revolución aún no había terminado.
En 1974 Jiang Qing, esposa de Mao Tse Tung, que por entonces se encontraba gravemente enfermo, en un intento por emular a su marido y ganarse la simpatía del pueblo chino, envió un montón de mangos que le habían regalado. Pero el impacto no tuvo nada que ver con la ocasión anterior. Llegó incluso a financiar una película propagandística titulada “Canción del mango”, pero apenas una semana después de su estreno, Jiang Qing fue arrestada y la película retirada, y así tocaron a su final las aventuras y desventuras del divino mango.
Sin nada más que comentar por hoy, aquí os dejamos el poema del mango, vestigio de aquellos años:

Al ver el mango de oro
¡era como si estuviera viendo el gran líder, el Presidente Mao!
De pie frente al mango de oro 

¡era como estar parado junto a Mao!

Tocando una y otra vez el mango de oro: 

¡el mango de oro era tan caliente!

Oliendo una y otra vez el mango: 

¡el mango de oro era tan fragante!



JUEGO: A ver si eres capaz de encontrar los mangos en esta imagen.


  • MURCK, A. (2013): Mao's Golden Mangoes and the Cultural Revolution, ed. University of Chicago Press, Chicago.
  • YUET CHAU, A. (2010): "Mao's travelling mangoes: Food as relic in Revolutionary China", en Past and Present, ed. The Past and Present Society, Oxford.
  • (05/03/2016) RAAM, B.: "El curioso culto que despertó el mango en China", en BBC.com.

1 comentario:

  1. De manera inconsciente sustituyeron el culto religioso por el culto al líder y, por extensión, al mango. Ya lo dijo Karl Marx: "la religión es el opio del pueblo". Y la dependencia del opio es muy difícil de quitar.

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