El nacimiento de una idea
Rien
Nada
Esa palabra aparece escrita en el diario de Luis XVI, rey de Francia, el día 13 de julio de 1789. Sí, el día anterior al asalto a la Bastilla, el pistoletazo de salida a la Revolución Francesa.
A pocas horas.
Pero tenemos malas noticias.
Resulta que ambos acontecimientos -la palabra del diario y el asalto- no están directamente relacionados. Luis XVI salió ese día de caza y, mala suerte la suya, no cató presa. Por tanto, decepcionado, escribió en su diario. Así que nada tiene que ver con política o súbditos quejumbrosos.
Pero tenemos otra noticia.
Indirectamente al menos, la palabra y el asalto están relacionados, creando una situación cuanto menos peculiar. ¿No llama la atención que a pocas horas de un estallido de violencia tan significativo el rey se dedique a cazar?
Ciertamente, ciertamente, y sin embargo, la Revolución Francesa no comenzó el día 14 de julio por azares del destino, sino por unos procesos que se iniciaron años atrás que eclosionaron en ese momento. Fueron económicos, políticos, militares, sociales... Todo un mejunje que llevó a esas precisas horas en que el rey llegó a su hogar con las manos vacías y la muchedumbre asaltó la Bastilla con las manos vacías... para llenarlas con armas.
¿Podía imaginarse Luis XVI, sentado frente al diario, que al día siguiente lidiaría con un asunto de tamaña magnitud que dejaría en la estacada la desdicha causada por los esquivos animales?
Obviamente, no, pues en caso contrario algo habría hecho.
Sin embargo, como decimos, la Revolución no nace el 14 de julio de 1789. Nace mucho antes.
El 15 de marzo de 1917 abdicaba (obligado) el Emperador y Autócrata de Todas las Rusias, el zar Nicolás II. Fue depuesto por un proceso, la revolución, iniciado por varias fuerzas revolucionarias. Entre ellas se encontraba el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique), que apenas cinco años antes no existía. Era un escisión del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, que veinte años antes no existía.
Ese partido bolchevique se haría con el poder y marcaría el siglo XX con tal contundencia que Eric Hobsbawn desarrollaría el término "corto siglo XX" para referirse al periodo comprendido entre 1914 (inicio Primera Guerra Mundial) y 1991 (colapso URSS).
Pero esos bolcheviques echarían mano de una idea a la que dieron forma F. Engels y K. Marx años antes, que a su vez bebían de pensadores anteriores como Hegel. La idea que tomaron los rusos evolucionó y adoptó otras formas, cambió muchas veces, e incluso hizo más conveniente hablar de "los comunismos" en lugar del comunismo, dada la variedad de ramas que crecieron en ese árbol.
La primera acción del gobierno de Margaret Thatcher fue la abolición de los tipos de cambio. Unos pocos años antes el Institute for Economics Affairs (IEA) pedía eso mismo, lo que les valió el calificativo de "locos". Además, de sobra son conocidas las privatizaciones de Thatcher; el IEA pedía privatizar la industria de las telecomunicaciones en los sesenta, y en ese momento los tacharon de "lunáticos", "dementes totales".
Todo esto es, creemos, una lección que nos da la Historia.
Las coyunturas cambian. De manera imprevisible. A veces a velocidades de vértigo.
Aunque las tendencias indiquen un camino, podemos encontrarnos con desvíos inesperados.
El que ahora escribe tiene que confesar una cosa. Estudiar Historia, profundizar en estos océanos de causas próximas y remotas, desencadenantes, procesos, coyunturas... te hace ver las cosas con perspectiva, dar un paso atrás para observar el "big picture", como dicen los ingleses. Atender a elementos tan generales, que escapan de las manos del individuo, provocó en mí -subrepticia, no voluntariamente- cierto desapego de la acción en mi propia realidad. La estadística y la improbabilidad de que una acción de un individuo sea significativa hizo que me encogiese de hombros.
Hablo de cierta pasividad ante las circunstancias, un pensamiento del tipo: "Bueno, yo no puedo hacer nada y como esto va a cambiar antes o después, sigo con lo mío". Todo era un proceso de pensamiento casi inconsciente y, por supuesto, autocomplaciente.
Pero, como decíamos, las cosas cambian. De manera imprevisible. A veces a velocidades de vértigo.
Continuar con el estudio de la Historia trajo otro frutos, nuevas maneras de entender las ganas y, en cierto sentido, la necesidad de acción.
Las coyunturas cambian, y puede que los individuos no puedan decir rien frente al "big picture", pero esa visión general, esa perspectiva de un vasto océano, está compuesta por pequeñas gotas de agua.
Referencias:
- Eric Hobsbawn, La era de los extremos: El corto siglo XX, 1914-1991.
- Owen Jones, The Establisment.
- Yuval Noah Harari, Sapiens: de animales a dioses.
Hay un error donde pone(Ese partido bolchevique se haría con el poder y marcaría el siglo XIX con tal contundencia que Eric Hobsbawn desarrollaría el término "corto siglo XX") bastante tiene el siglo XIX con lo suyo como para meterle bolcheviques.
ResponderEliminarAparte de eso genial artículo que releo de vez en cuando para levantar el ánimo y las convicciones flaquean.