Líjar, un pueblo de Almería que declaró la guerra a Francia

Como ya ocurriera con el caso de Huéscar de Granada y Dinamarca, volvemos a encontrarnos con un episodio bélico de lo más surrealista de mano de la historia local española. 

En este caso, nos tenemos que trasladar al año 1883, año en que el monarca español Alfonso XII hubo de viajar a distintos países de Europa con fines diplomáticos y, especialmente, con motivo del término de la unificación alemana, a la que se había opuesto, por medio de las armas, la vecina Francia.
Alfonso XII
Fuente: patrimoniumhispalense.com
Durante su estancia en Berlín, el canciller Otto von Bismarck ofreció un banquete al rey durante el cual afirmó contar con el favor de España en caso de un nuevo enfrentamiento con Francia, y en el que, para más inri, el káiser Guillermo, nombró a Alfonso coronel honorario de Alsacia, territorio reivindicado por los franceses y que, por entonces, se encontraba en manos alemanas. 
Tras esta visita, el monarca se trasladó a la capital francesa a fin de continuar sus actividades diplomáticas. Pese al buen recibimiento de las autoridades del país, su elección de vestuario había sido poco afortunada, lo que provocó la ira de los franceses que aquel día se habían acercado a recibirlo. Y es que el rey de España lucía su recién estrenado uniforme de coronel prusiano. Creyéndose insultados por la imprudencia del monarca, los ciudadanos lo recibieron a pedradas y lanzándole improperios de todo tipo.
Escudo de Líjar
Quizás la torpeza no fue únicamente del monarca, que era un reconocido germanófilo, sino del equipo de gobierno de Sagasta, que confió en él para tan delicada misión en los dos países. El caso es que, fuera como fuese, llegado al fin a España, las noticias de tal afrenta corrieron por doquier, y recalaron especialmente en un pequeño pueblo de Almería, Líjar, que en seguida reunió al pleno del ayuntamiento y redactó un bando que resultó ser uno de los documentos históricos más curiosos de los que hayamos tenido noticia.
El texto hace referencia a lo ocurrido en París, y tacha a los franceses de “cobardes” y “turbas miserables, para en seguida recordar “que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola treinta franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho en su casa.” Con este recordatorio comienza el ayuntamiento su amenaza a los franceses, aún siendo conscientes de su inferioridad, algo que no es para ellos ningún inconveniente: sepan los habitantes del Territorio Francés, que el pueblo de Líjar, que se compone únicamente de trescientos vecinos y seiscientos hombres útiles, está dispuesto a declararle guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa.
Finalmente, el texto realiza todo un recorrido a lo largo de la historia de España recordando a cada uno de los grandes estrategas españoles y cada una de las victorias de su pueblo, para a continuación hacer firme su declaración de guerra: “hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los Continentes a la Cobarde Nación Francesa. El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa.
Pese a que tal declaración se dirigió al propio presidente de la República Francesa, nunca se hizo efectiva en un campo de batalla. Pero la paz no llegó oficialmente hasta cien años después, en 1983, cuando se firmó el cese de las “hostilidades” por parte del alcalde de la villa, Diego Sánchez Cortés, el cónsul francés en Málaga, y el vicecónsul francés en Almería.




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