Investidura y constitución de las Cortes de la República de Venecia

Últimamente todos estamos al tanto, en mayor o menor medida, de cómo y cuándo se producen la constitución de las Cortes, cómo se constituye la mesa del Congreso, así como los números que deben darse para investir a alguien como presidente. Esto, que parecía tan complejo, está calando a base de programas especiales de televisión, pactómetros y más periodismo.
Pero hubo un tiempo y un lugar en que las cosas se le habrían complicado un poquito a Antonio García Ferreras y su equipo: la Venecia medieval.



En la Edad Media no existía el Estado italiano. Esto es algo que a muchos les cuesta entender aplicado a España, pero que resulta mucho más sencillo cuando hablamos de otro país. En su lugar, Italia era un conjunto de territorios que nada tenían que ver los unos con los otros a nivel político: los Estados Pontificios, la República de Florencia, el Reino de Lombardía... y de entre todos ellos nos interesa la Serenísima República de Venecia.
Desde luego la República de Venecia no tenía un sistema democrático como hoy entendemos la democracia, pero tenía un sistema de elección que bien podría ser un antecedente de los sistemas modernos si no fuera porque era extremadamente complejo. Nos explicamos:
La República estaba dirigida por un dux. Existe un debate en torno a cuál fue el primer dux, pues hay una figura legendaria de la que no se tienen referencias históricas que dataría del año 697, sin embargo, el primero del que sí que se conservan pruebas data del año 727. En cualquier caso, por entonces Venecia no era completamente independiente, sino que era una provincia del Exarcado de Rávena, es decir, del Imperio bizantino. De forma que estos primeros mandatarios estaban, como se suele decir, puestos a dedo. E incluso cuando gozaron de cierta autonomía para elegir, tampoco mejoró mucho la cosa.
A lo largo de varios siglos la forma de elección del dux fue cambiando: en un principio se introdujo la tradición de que fuera un cargo hereditario, de padres a hijos, pero pronto se prohibió esta práctica. Después fueron interviniendo sorteos y elecciones extrañas, pero finalmente en el siglo XIII se impuso el... ¿orden? Agárrate porque aquí es donde vienen las curvas. Ve sacando la calculadora.
Por entonces, la elección del dux dependía del Gran Consejo. Ese Gran Consejo era similar a lo que en la actualidad es un parlamento, y estaba compuesto por cien oligarcas. En 1268 se estableció un sistema muy loco que pretendía hacer imposible que se amañasen las elecciones, que evitase la corrupción y las influencias de las familias más poderosas.
Constituido el Gran Consejo, se escogía a treinta miembros completamente al azar. Una vez escogidos esos treinta, se producía un nuevo sorteo y se seleccionaba a nueve. Entonces esos nueve eran los responsables de elegir a cuarenta miembros del Consejo (esto ya no por sorteo). [Hemos hecho una serie de gráficos para que se entienda mejor]



Con esos cuarenta miembros escogidos, el azar volvía a intervenir, se realizaba un nuevo sorteo y se sacaban otros nueve. Y estos nuevos nueve escogidos aleatoriamente se encargaban de escoger a cuarenta y cinco miembros.



De entre esos cuarenta y cinco miembros, se volvía a hacer un sorteo y se extraían once nombres. ¿Adivinas ya qué hacían esos once? Exacto, esos once eran los responsables de formar un nuevo grupo, pero ojo, esta vez ni cuarenta ni cuarenta y cinco, sino cuarenta y un miembros del Consejo.



Con esos cuarenta y un oligarcas escogidos se volvía a hacer un sor... que nooooo, que ya estamos llegando al final. Efectivamente, en esta última ronda esos cuarenta y uno resultantes eran los encargados de elegir al dux. Cuarenta y uno precisamente para evitar empates y no tener que repetir todo este pifostio.



Y puede que a estas alturas estés pensando que si ya habían probado a hacerlo hereditario, y lo habían cambiado, si habían probado con elecciones simples, y también lo habían cambiado, un sistema tan complejo como este no tardaría en desaparecer. Sin embargo no fue así. ¿Tú sabes la pereza que da cambiar todo esto cuando ya lo tienes montado? Este sistema de elección en la República de Venecia estuvo vigente desde 1268 hasta 1797. ¡Más de cinco siglos!
Y no es que a finales del siglo XVIII quisieran acabar con esta locura matemática, sino que llegó un señor llamado Napoleón que consideraba que por encima de la elección y el azar sería buen criterio el de sus huevos morenos. En efecto, el sistema electoral veneciano tocó a su fin con la conquista napoleónica.
La cuestión es que el sistema lograría su objetivo de evitar los amaños, porque hacer todo ese proceso en tan poco tiempo hacía imposible a los ricos reunirse con todos los electores y comprar su voluntad. Aunque todo era ponerse, así que si se consiguió fue de nuevo gracias a la pereza, porque menuda pereza debía dar sentarse delante de una mesa y ponerse a echar cuentas de a cuántas personas debías sobornar para convertirte en dux. No es extraño que fuera precisamente en el siglo XIII y precisamente en Italia donde se inventaron las gafas.


"Señores diputados, hay que repetir la votación".
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