Los antitaurinos del siglo XIX

Ya hablamos en su momento de cómo se había llegado a prohibir el toreo en distintos momentos de la historia de España, e incluso en nuestro libro, Historia absurda de España, hemos hablado de cómo esta actividad no era del agrado de reyes tan ¿castizos? como Isabel la Católica, Carlos I o Felipe II. Pero hoy nos adentramos en el siglo XIX, y más concretamente en la tradición caricaturesca, para ver cómo concebían el toreo los progresistas de entonces.
En el siglo XIX, se podría decir que los más liberales, o los sectores más progresistas del liberalismo, tenían una concepción de la llamada “fiesta nacional” igual a la que buena parte de la izquierda española tiene hoy en día: la consideraban un atraso político, social y cultural del país frente al resto de naciones europeas. Argumentaban que no era sino una manifestación de la brutalidad, la crueldad y, en general, de los instintos más bajos de la sociedad española. Así se manifestaban intelectuales como el filósofo y sociólogo Jaime Balmes (1810-1848): "Las fiestas de toros son indignas de un pueblo civilizado y los extranjeros asistentes a dicho espectáculo se hacen cómplices de la barbarie española. Son fiestas reprensibles, bárbaras y dignas de ser extirpadas".
Buena muestra de esta línea de pensamiento es la primera caricatura, cuyo título probablemente sea más descriptivo que la imagen en sí:


Mientras la España consienta tales espectáculos, nunca saldrá de la postración en que yace. Título corto, poco ilustrativo quizá, de esta ilustración publicada en el número 35 de La Madeja, en 1874.

Además, existía una concepción del mundo del toreo similar a lo que se suele decir del fútbol en la actualidad: muchos progresistas consideraban esta actividad como una forma de distraer la atención y anestesiar la conciencia del pueblo, de forma que los políticos pudieran seguir haciendo sus tropelías mientras el pueblo inculto asistía a la plaza. Por entonces los liberales sustituyeron el “pan y circo” de los romanos por el “pan y toros”.


Vamos a los toros. El Buñuelo I, nº 11 Madrid, 10-VI-1880

Otro tópico repetido entonces igual que ahora es la idea del torero inculto e ignorante. A menudo se suele citar como ejemplo esa frase atribuida al torero Rafael "el Gallo", que al conocer a Ortega y Gasset y tras explicarle el oficio de filósofo, declaró: "Hay gente pa tó". Curiosamente, Ortega y Gasset era uno de esos intelectuales que estaba al otro lado de esta dialéctica, pues era un ferviente defensor del toreo.
Pero quizá esta idea del torero como inculto e ignorante que defendían muchos liberales sea más visible en esta otra caricatura:

El Loro, año II nº 32. Barcelona, 3-VII-1880. Hemeroteca Municipal de Madrid
A esta caricatura le acompañaba el siguiente texto que da buena muestra de lo que decimos:

—Una limosna para un pobre maestro de escuela.
—Tome V. compañero que toos somos maestros.

Esas referencias que señalan el toreo como un atraso frente a sociedades más civilizadas que no cuentan con estas fiestas las encontramos incluso en algunos intelectuales conservadores. Así, por ejemplo, el cardenal Isidro Gomá (1869-1940), simpatizante de la causa rebelde durante la Guerra Civil, afirmaba: "El toreo es el último escollo de una humanidad sin civilizar."
Pensamos que los debates sobre el mundo del toreo son algo reciente, sin embargo el siglo XIX pone de relieve que existía una total bipolaridad de la sociedad española al respecto del tema. El escritor Santiago Rusiñol (1861-1931) decía algo que parece de plena actualidad: "Entre el torero y el caballo, estoy por el caballo, y entre el toro y el torero, por el toro. Si el torero mata al toro hay ovación. Si el toro mata al torero, en vez de respetarle la vida se le echa otro torero. No hay juego limpio."
Pero es que además estos debates traspasaban ya entonces las fronteras españolas. Buena muestra de ello es la postura de un insigne escritor francés del siglo XIX: "Soy absolutamente contrario a las corridas de toros, que son espectáculo abominable cuya crueldad imbécil es, para la multitud, una educación de sangre y lodo", aseveraba Émile Zola (1840-1902).
No obstante, la afición al mundo del toreo, permitió también hacer parodias políticas al alcance de todo el mundo empleando el tema. Y este uso del mundo taurino en la caricatura del siglo XIX también trascendió las fronteras españolas como podemos ver en este ejemplo británico:

En esta caricatura se representa la situación de Europa a inicios del siglo XIX. En ella aparece Napoleón caracterizado de un torero que, después de acabar con tres toros que se pueden identificar como Prusia, Holanda y Dinamarca, es cogido por un nuevo toro que representa a España. Los espectadores que contemplan la escena representan a otras naciones europeas y próximas al continente. En el suelo yace el hermano de Napoleón, José Bonaparte.

Todo lo que aquí hemos dicho no quiere decir que todos los intelectuales estuvieran en contra del toreo, pues ya en el siglo XIX y a principios del XX era un tema completamente transversal y que dividía a personas de toda clase y condición (de izquierda o derecha, ricos o pobres, intelectuales y analfabetos...). Entre los defensores de la "fiesta nacional" encontramos a personajes como Manuel Machado, Valle Inclán, Pérez de Ayala, Gerardo Diego... Y todo sin irnos a ejemplos archiconocidos como los de Ernest Hemingway o García Lorca. Este último llegó a afirmar que era "la fiesta más culta que hay en el mundo".
Ni siquiera entre los nóbeles españoles encontramos consenso, y es que encontramos el caso de Vargas Llosa, que intentó ser torero o el de Camilo José Cela, que lo consideraba una fuente de inspiración. Por el contrario, lo que sabemos del resto de agraciados con el prestigioso premio es que estaban en contra. Hablamos de personalidades también decimonónicas como Santiago Ramón y Cajal que afirmaba: "Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela especial de las corridas de toros". Pero también de escritores como Jacinto Benavente, que consideraba esta costumbre un "vicio" dañino que "envenaba" a los españoles. Además, como anécdota, haciendo gala de su sentido del humor, en una ocasión a la pregunta de si le gustaban los toros, respondió que le gustaban más los toreros. Debemos aclarar que Benavente nunca escondió su homosexualidad.
En fin, una vez más, volvemos a poner de manifiesto que aquellas personas a las que les tocó vivir otros tiempos no eran, en realidad, tan distintas a las que vivimos tiempos presentes. Tenían las mismas opiniones, sentimientos, sensaciones, gustos, percepciones... 
Por supuesto, el mundo del toreo es un claro ejemplo de ello. Hemos visto fervientes defensores del toreo como Ortega y Gasset, y declarados antitaurinos a los que habría que sumar a otras insignes personalidades también nacidas en el siglo XIX como Gregorio Marañón. Unos y otros blandiendo argumentos iguales o semejantes a los que esgrimimos en la actualidad. Y es que en realidad, por suerte o por desgracia, no hemos cambiado tanto...


Ilustraciones extraídas de la web del Museo de Zumalakarregi

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1 comentario:

  1. No a la tortura animal, k dejen en paz tb a los toros joder , vergüenza , ASKO e indignación. Vivan los antitaurinos .

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