La alcohólica guerra por la isla de Hans

La isla de Hans, uno de los puntos candentes de la geopolítica actual.
No diréis que no hemos contado cosas curiosas sobre guerras en Ad Absurdum: que si bandos enfrentados que olvidaron firmar la paz, que si guerras en las que no se pegó ni un solo tiro, que si conflictos que siguen abiertos en la actualidad por cuestiones burocráticas… Y es que nos gustan mucho las guerras inconclusas, pero más aún cuando se toman con sentido del humor. Este es el caso de la guerra que mantienen abierta Canadá y Dinamarca por lo que podríamos definir como “una mierda de isla”
¿Canadá? ¿Dinamarca? Resulta un tanto absurdo que estos dos países tan pacíficos aparentemente puedan tener un conflicto. Pero así es.
Mucha gente olvida que, aunque en la mayor parte de mapas políticos nos marquen Groenlandia en blanco, lo cierto es que la enorme isla pertenece en realidad a Dinamarca. Y, ¿cuál es el país más próximo a Groenlandia? Exacto, Canadá.
Problemas de lindes hay en todos sitios, y era cuestión de tiempo que surgieran también entre estos dos países. Y esto ocurrió entre 1972 y 1973, cuando tuvieron lugar las negociaciones para el establecimiento de límites entre ambos territorios.
Fue entonces cuando se trazó una línea que unía 127 puntos marcados por geógrafos de ambas nacionalidades a lo largo de un estrecho conocido como el Canal Kennedy, que separa Groenlandia de la isla canadiense de Ellesmere. Aquella línea marcaba unos límites satisfactorios para los dos países, salvo en un punto.
El Canal Kennedy entre Ellesmere (Canadá) y Groenlandia (Dinamarca)
En el tratado se había marcado toda la línea menos la que unía el punto 122 con el 123, y este trazo que reflejaba apenas 875 metros atravesaba una minúscula isla, la isla de Hans.
Aunque la isla ya había sido motivo de disputa en el pasado, y Dinamarca había logrado que la Corte Permanente de Justicia Internacional sentenciase a su favor, cuando se estableció el tratado de límites y se vio el vacío entre los dos puntos, Canadá exigió que la isla quedase dentro de su territorio. Argumento que alegaron: que la Corte Permanente de Justicia Internacional había desaparecido en 1946, y por tanto consideraba que su sentencia ya no era válida.
Y así se llegó a la situación actual: desde entonces ambos países reclaman para sí la isla. Dinamarca argumenta motivos geológicos y legales, Canadá argumentos políticos y de seguridad. Puede parecer una tontería, pero desde los años 70 el conflicto ha ido escalando. De hecho, en 2005 el ministro de Defensa canadiense visitó la isla, y el mismo año el ministro de Exteriores danés declaró que no existía disputa alguna, porque la isla era indiscutiblemente danesa, y exigió explicaciones al gobierno de Canadá por la visita no anunciada.
En la actualidad pervive una hermosa y absurda tradición que se repite año tras año. En lugar de darse de palos, cada mes de agosto las tropas canadienses aprovechan maniobras en la zona para desembarcar en la isla, retirar la bandera danesa, izar la canadiense y dejar una botella de whisky con un mensaje: “Bienvenidos a Canadá”.
Las tropas canadienses cometiendo delitos de guerra.
Cada primavera, el ejército danés responde a esta afrenta enviando a un grupo de soldados a la isla que descuelgan la bandera de la hoja de arce y en su lugar ponen la danesa. Además aprovechan para pegarse un lingotazo de whisky a la salud de los canadienses y, en concepto de reparación, dejan una botella de snaps (aguardiente) con un mensaje de respuesta: “Estáis en territorio de Dinamarca”.


Soldados daneses orgullosos de sus actos.
La superficie de la isla de Hans es de 1,3 km². Vamos, una mierda de isla. Aunque para ser justos, el islote de Perejil es más pequeño y mira la que liamos los españoles… Pero es que además la isla está completamente vacía, no tiene recursos de interés alguno. Sin embargo en un futuro podría dejar de tener gracia para ambos países y convertirse en un problema real.
¿Dónde está entonces el interés por el control de la isla? Pues ya no se trata de una cuestión de orgullo, sino económica: la isla se encuentra en mitad de una ruta conocida como el Paso del Noroeste. Esta ruta en la actualidad no tiene apenas tráfico marítimo, sin embargo, en un futuro el calentamiento global podría convertir la ruta en una de las más importantes para el tránsito de mercancías entre Asia y América del Norte. Y una pequeña isla, como la de Hans, puede marcar la diferencia entre poseer el control del tráfico marítimo en la ruta a su paso por el canal Kennedy o no.
Eso sí, mientras no se resuelva el conflicto, un grupo de soldados canadienses disfrutará de una buena botella de aguardiente danés, y un grupo de soldados daneses brindará con whisky canadiense cada año. ¡Por Hans!

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