La gran epidemia de la risa en Tanzania

Era un día cualquiera de clase cuando en el colegio de Kashasha tres niñas comenzaron a reírse. El profesor les llamó la atención para que no interrumpiesen, pero ellas no podían dejar de reír. Inmediatamente otras alumnas del aula acompañaron con carcajadas a sus compañeras sin poder obedecer las órdenes del profesor. Desesperado, el adulto corrió a buscar ayuda entre sus compañeros, pero ninguno de los miembros del equipo docente podía hacer nada por las jóvenes, que reían sin parar hasta dar paso a llantos y desmayos. Al terminar la jornada escolar eran ya 95 las niñas que reían de forma histérica, y nadie sabía lo que estaba pasando.
Era 30 de enero de 1962 y, sin que nadie lo supiera aún, acababa de comenzar la gran epidemia de la risa de Tanganica, la actual Tanzania.
El nombre actual de este país africano es el resultado de la unión de Tanganica y Zanzíbar, algo que ocurrió apenas dos años después de la epidemia de risa, en 1964. Tanganica había sido una colonia británica hasta 1961, cuando logró de forma pacífica su independencia. Por su parte, Zanzíbar estaría un par de años más bajo tutela británica, hasta que los colonos se vieron forzados a evacuar el país. Liberados los dos países, decidieron de mutuo acuerdo su unificación bajo el nombre de Tanzania.
En mitad de este proceso, y de forma totalmente ajena a él, en un pequeño pueblo a orillas del lago Victoria, un grupo de niñas había desatado una auténtica epidemia de risa histérica. Dos semanas después de su inicio, el equipo escolar decidió cerrar el colegio y enviar a las niñas de vuelta a sus casas. Grave error. En sus localidades de origen las pequeñas no hicieron sino contagiar su risa. Rápidamente comenzó a extenderse por todo el país, afectando a todo tipo de personas, pero especialmente a los más jóvenes. No se trataba de un ataque continuo de risa, sino más bien de pequeños ataques de risa incontenibles y esporádicos. Hasta aquí podría resultar hasta divertido, pero la mala noticia es que junto a la risa venían terribles dolores, llantos y desmayos. Automáticamente todas las personas que se veían afectadas quedaban incapacitadas para realizar cualquier trabajo, y fueron varios cientos los negocios, colegios y demás instituciones paralizados por ataques de risa.




Es triste decirlo, pero al tratarse de una zona de escaso interés para los medios occidentales, no existe mucha documentación acerca de este acontecimiento, y en la actualidad no tenemos muchos datos fiables. De hecho se cree que la cultura popular ha exagerado y mitificado el hecho, y se ha llegado a hablar de hasta millones de personas afectadas. En cualquier caso las estimaciones más tímidas hablan de un millar de personas, que tampoco está nada mal. Y los últimos casos registrados tuvieron lugar 18 meses después del inicio.
Aunque se trata de un caso realmente peculiar, para los médicos no es nada extraño, pues saben perfectamente que aquello de que la risa es contagiosa es algo más que una frase hecha. Lo que aquellas chicas desataron fue una epidemia de histeria colectiva, histeria en masa o psicosis colectiva. Y, aunque este es el caso de mayor envergadura del que se tiene constancia en la historia, se han dado muchos más: a principios de los años 80 en Cisjordania otra epidemia afectó a más de 900 personas, en el año 2007 en Estados Unidos otro ataque afectó a 300, y ese mismo año se registró otro episodio en México. El más reciente ocurrió en 2014 en Colombia, y también afectó a niñas de entre 9 y 14 años.
Pero ¿a qué se deben estos episodios? Los psicólogos dicen que normalmente responden a situaciones de estrés de un individuo o, en este caso, de un grupo. Se suele decir que la risa es un mecanismo natural para superar el estremecimiento o manejar el miedo, y a menudo estos episodios están a vinculados a procesos traumáticos y de grandes cambios. De hecho el último caso, el de Colombia, se debió sencillamente a una vacuna. No precisamente a los efectos secundarios del pinchazo (antivacunas, guardad vuestras pancartas y argumentarios), sino al nerviosismo que este les provocó a algunas de las niñas. Y es que este es otro punto en común a todos los casos: la mayoría de las veces los más afectados son niños y niñas.



Y ¿qué había pasado en Tanganica para que se produjese aquella epidemia? Pues quizá aquel proceso de independencia y unificación del que hablamos líneas atrás no estuviera tan desconectado como dijimos. Muchos historiadores y psicólogos han analizado el caso y han llegado a la conclusión de que fue precisamente el proceso histórico en el que se encontraba inmersa la población de este país lo que lo desató. Aquellas jóvenes se enfrentaban a enormes cambios: la retirada de la administración británica, la creación de nuevos gobiernos, muchos adultos se habían visto forzados a cambiar sus trabajos o incluso mudarse… En definitiva, existía una situación de estrés generalizada en todo el país que estalló entre carcajadas. No es extraño que la epidemia afectase más precisamente a quienes menos herramientas tenían para comprender lo que estaba sucediendo y gestionar sus emociones, es decir, los niños.
A veces olvidamos nuestra relación con los grandes procesos históricos, casi como si fueran completamente ajenos a nosotros, pero en realidad formamos parte de ellos y tienen un efecto muy importante sobre nosotros. Y si no, que se lo digan a los tanzanos que tuvieron que cerrar sus negocios, colegios e instituciones entre risas.

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