Medicina medieval: entre la ciencia del curar y el arte de torturar
La medicina a
lo largo de la Historia es un tema que siempre ha llamado la atención a médicos
e historiadores por igual, especialmente en lo referente a la evolución de la
metodología clínica a lo largo de nuestros siglos, puesto que resulta inevitable
contrastar los métodos antiguos con los actuales, aflorando casos y
situaciones que, cuando menos, escandalizan a unos y sorprenden a otros. En el
caso específico de la Edad Media, donde precisamente la medicina se debate por
ser interpretada como ciencia de la curación o de la tortura, no pocas
situaciones se han producido que ahora serían capaces de hacer retroceder a los
médicos más audaces o a los historiadores con más estómago. Una de esas
situaciones dantescas nos lleva a la Siria del siglo XII, escenario
que fue testigo del choque cultural acaecido entre los cruzados europeos y la
población autóctona oriental.
El
protagonista es un médico sirio de religión cristiana llamado Thabet, siendo su
señor el emir de Shayzar, que era a su vez vasallo de un poderoso señor cruzado
de origen francés. Un día el señor cruzado pide al emir de Shayzar que le envíe
a sus dominios un buen médico con el que tratar a dos de sus súbditos que estaban
enfermos, de modo que Thabet no tuvo opción y acudió a la llamada del señor
feudal para cumplir con su obligación, encontrándose el siguiente panorama:
En primer
lugar, Thabet se dispone a atender a un caballero aquejado de un terrible
absceso en la pierna, es decir, una acumulación fatal de pus a causa de una
infección. TRATAMIENTO: Thabet decidió aplicar una serie de cataplasmas en el
bulto tumoroso, el cual se acabó abriendo permitiendo que todo el pestilente
pus fuera expulsado, facilitando también una correcta cicatrización de la
herida.
El segundo
paciente que se encuentra Thabet es una mujer sumida en una consunción
galopante, que no es otra cosa que un deterioro físico progresivo con el
agravante de una considerable reducción de peso y energía. TRATAMIENTO: el
médico sirio recomienda controlar y vigilar la dieta de la mujer, a la cual
recomienda comidas ligeras y refrescantes, para purgar el organismo.
Esta historia
pudo tener un final feliz, con los dos pacientes recuperados de sus males gracias
al buen proceder de Thabet…pero no fue así. A los pocos días se presentó otro
“médico” recién llegado de Europa al castillo del señor feudal, y tras examinar
a los enfermos y contrastar los diagnósticos de Thabet con los suyos propios, exclamó
a los cuatro vientos:
“¡Éste hombre no sabe tratarlos!”.
Y se produjo
la irremediable tragedia. El energúmeno en cuestión se aproximó primero al
caballero postrado en su lecho y le dijo:
“¿Quieres vivir con una pierna, o morir con
las dos?”.
El caballero,
asustado ante la intromisión, obviamente contestó que prefería vivir con una
pierna. El “médico” inmediatamente mandó traer a un mozo fuerte con un hacha
afilada, y mientras colocaba la pierna del caballero convaleciente sobre un
soporte de madera le dijo al mozo:
“Dale un buen hachazo para cortársela de un
tajo”.
El mozo
procedió y dio un hachazo, y como la pierna no se cercenó por completo, dio
otro segundo tajo que provocó que la médula saliera a borbotones de la
horripilante herida. El caballero murió en el acto.
Llegó el
turno a la mujer enferma de consunción. Nuestro “médico” europeo la examinó y
llegó a la siguiente conclusión:
“Tiene un demonio en la cabeza que está
enamorado de ella, ¡cortadle el pelo!”.
También la
obligó a regresar a su antigua dieta rica en ajo y mostaza (propia de los
franceses de la época), lo que irremediablemente agravó su estado de salud. A
la vista de estos resultados, el “médico” llegó a la brillante conclusión
definitiva:
“El diablo está en su cerebro”.
De modo que
cogió una cuchilla de barbero, cortó una cruz en su cabeza y sacó el cerebro,
de modo que quedó vació el cráneo de la desdichada mujer. Hecho esto, frotó el
cerebro con sal. La mujer murió al instante.
El pobre
Thabet, tras contemplar tal espectáculo, sólo pudo hacer lo siguiente:
“Ante esta tesitura pregunté si me
necesitaban para algo más y como me dijeron que no, me marché habiendo
aprendido muchas cosas que ignoraba sobre la medicina de los cruzados”.
Con respecto
a temas de salud, el equipo de Ad Absurdum prefiere encomendarse a la sapiencia
de los matasanos europeos ya que “no sabemos cuándo un pervertido demonio puede
enamorarse de nosotros y hospedarse en nuestro cerebro”.
REFERENCIAS:
REFERENCIAS:
- Maalouf, A., Las cruzadas vistas por los árabes, Madrid, 2012
- Manzano, E., Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media, Madrid, 1989
Qué mala es la ignorancia.
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