El dinero huele - por Alejandro Egea Vivancos (Equo)
Miembro de EQUO Región de Murcia
Alejandro es arqueólogo de formación, doctor en Historia y profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Murcia.
Uno de los bilbilitanos más ilustres y geniales, Marcial, nos ratificaba en sus Epigramas (XII.8.8) que en las calles de las ciudades romanas podíamos encontrar numerosos orinales. Especialmente al lado de tintorerías, lavanderías y curtidurías. En ellos algunos viandantes contribuían sin apuro alguno a una de las muestras más magníficas de hasta dónde llegaban los antiguos en su afán por el reciclaje. La orina, una vez almacenada se iba a convertir en amoniaco y, tras mezclarla con agua, sería utilizada para lavar y blanquear la ropa o para ablandar las pieles en las curtidurías. El olor en estos lugares debía ser bastante parecido al de algunos rincones de la ciudad de Murcia tras el día del Bando.
Tanto uso se hacía de este “líquido elemento” que al propio emperador Vespasiano se le ocurrió lo inimaginable para un político: cargar con un impuesto a la orina. Fue el denominado vectigal urinae. Todo el que usara orines en sus negocios debería pagar por él. Este impuesto debió crear tal clima de malestar en la ciudad, sin llegar a un 15M me temo, que supuestamente su propio hijo Tito le recriminó que el dinero viniera de algo tan pestilente. Según Suetonio (Vesp. 23.3), o como diríamos ahora, uno de sus biógrafos “no autorizados”, el propio Vespasiano le contestó con el ya consabido pecunia non olet (el dinero no huele).
¿Por qué esta historia?
Si algo nos enseña la Historia es que las situaciones, aunque distintas, se vuelven a repetir. ¿Alguien se podría haber imaginado pagar por usar la energía que nos aportaba el sol? Tan perplejos como los “emprendedores” romanos que debían pagar por la orina que utilizaban, se han quedado las miles de familias españolas afectadas por un injusto marco legal (RD 9/2013) que, básicamente, les obliga a pagar por emplear la energía del sol. En la actualidad, ya no solo se trata de un caso palmario de usura, como entonces, sino de una clara muestra de irresponsabilidad, al coartar el desarrollo de las energías renovables y la democratización del sistema eléctrico en España. Desgraciadamente, me temo que en esta ocasión el dinero sí que huele...
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