Las sociedades de aclimatación, Shakespeare y los estorninos

En la actualidad somos perfectamente conscientes de los peligros que implica la introducción de especies en un ecosistema que no es el suyo: superpoblaciones, extinciones, pérdida de suelos,... Sin embargo, a mediados del siglo XIX, cuando aparecieron las denominadas sociedades de aclimatación, no existía mucha consciencia al respecto.

Wikipedia define una sociedad de aclimatación como "una organización creada con el fin de enriquecer la biodiversidad de una región concreta con animales y plantas de otras partes del mundo". Dicho así suena precioso, sin embargo es sumamente desastroso.

La primera sociedad de aclimatación se fundó en París en 1854, y en muy poco tiempo aparecieron réplicas en distintas partes del mundo, sobre todo en las colonias europeas de América, Asia y Oceanía, donde muchos colonos trataban de introducir las especies de su metrópoli en los nuevos ecosistemas, en unos casos por cuestiones económicas, en otros por nostalgia y a veces incluso por una mera excentricidad.

Tenemos ejemplos de desastres de toda clase, pero el que queremos tratar hoy tiene su origen en el último caso, el de la excentricidad. Para conocerlo debemos trasladarnos a los Estados Unidos de finales del siglo XIX.

Este parece Shakespeare, pero
muy probablemente no sea él.
Por aquel entonces vivía en la ciudad de Nueva York un industrial farmacéutico de buena familia llamado Eugene Schieffelin. Como buen hombre acaudalado, Schieffelin invertía más tiempo en sus aficiones que en su negocio, que en su caso eran dos: Shakespeare y los pájaros. Schieffelin era un apasionado del mundo de la ornitología, y su pasión le había llevado a convertirse en presidente de, nada más y nada menos que, la Sociedad Americana de Aclimatación.

Desde su posición, se le ocurrió un proyecto que aunase sus dos pasiones en una sola y que despertó el interés del resto de miembros de la asociación: introducir en Estados Unidos cada especie que apareciese citada en las obras de Shakespeare.

Los primeros intentos fracasaron estrepitosamente: la alondra, el pardillo y el tordo no lograron hacerse hueco en Estados Unidos a pesar del empeño de la asociación. Tras aceptar el fracaso, Schieffelin y los suyos se remangaron y decidieron intentarlo con una nueva especie: el estornino.

El día 6 de marzo de 1890, la Sociedad Americana de Aclimatación, con su presidente al frente, liberó sesenta estorninos en Central Park, en pleno corazón de la ciudad de Nueva York. A los sesenta iniciales se agregaron otros cuarenta meses después, pero la llegada del frío invierno hizo temer que ninguno sobreviviría. Y en efecto, empezaron a caer como moscas, sin embargo, un pequeño grupo tuvo el acierto de refugiarse en el Museo de Historia Natural (qué ironía).

En torno a este templo del saber, la bandada fue creciendo y superando invierno tras invierno, y hacia 1900 ya se les podía ver revolotear por toda la ciudad. Y no solo eso, en 1920 ya ocupaban medio Estados Unidos, y en 1950 se les empezó a ver por California, en el extremo opuesto del país.

Esto lo podríamos catalogar de un auténtico éxito de la Sociedad de Aclimatación, y de Shieffelin en particular, si no tuviéramos en cuenta sus consecuencias: en la actualidad la población de estorninos en América del Norte se estima sobre los 200 millones de ejemplares. 200 millones de estorninos que provocan, a su vez, pérdidas millonarias en la agricultura estadounidense destruyendo plantaciones completas, que eliminan a especies autóctonas que no pueden competir con ellos y propagan enfermedades.

La plaga es tal, que en 1960 se registró un accidente aéreo en el que un avión perdió el control tras chocar con una bandada de miles de estorninos que lo hicieron estrellarse y acabaron con la vida de toda la tripulación.

Para muchos especialistas, los estorninos son en la actualidad la plaga más dañina de América del Norte. Y todo gracias a Schieffelin y las sociedades de aclimatación. Sin embargo, esta no fue la única atrocidad provocada por la introducción de especies foráneas, pero eso ya son otras historias que comentaremos en otras ocasiones.

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