Los creadores del color

Hace unos meses publicamos la entrada ¿De qué color era la vida antes del siglo XIX?, que navegaba en las pantanosas aguas del cromatismo de la vida antes del siglo XIX. Hoy venimos a arrojaros unos cuantos nombres que cambiaron ese panorama por otro más arcoíris. Os presentamos a algunos creadores del color.



Durante el siglo XVIII la química tomó posiciones y empezó a desarrollarse en muchas direcciones. Numerosos químicos empezaron a aportar nuevas ideas y descubrimientos que se fueron sumando y empujando hacia los inicios de la Revolución industrial.
Uno de los campos en los que los químicos tenían mucho que decir era el del color. Los pintores habían padecido problemas a la hora de realizar sus creaciones desde siempre, ya que muchos colores no eran estables, se deterioraban mucho con el paso del tiempo o incluso terminaban por parecer otros totalmente distintos.
Es aquí donde entran personas como Carl Wilhelm Scheele (1742 - 1786).


Este químico sueco tuvo una trayectoria impresionante, descubriendo el oxígeno y el nitrógeno, además de compuestos como el ácido cítrico, ácido úrico y muchos otros (realizó varios de esos descubrimientos químicos antes que otros a los que generalmente se les da crédito). Terminó sus días probablemente envenenado por sí mismo, pues muchos químicos tenían la insalubre costumbre de probar los productos que desarrollaban para comprobar sabor, textura, etc.
Pero a nosotros nos interesa por el Verde de Scheele (CuHAsO3), un pigmento creado en 1775 por él para solventar el problema de los verdes, muy dados a estropearse. El Verde de Scheele tuvo muchísimo éxito y se expandió por las casas de toda Europa en forma de papel pintado durante el siglo XIX, pero tenía un problema: era muy muy tóxico.
Los más avezados en química habrán visto en la composición ese "As", que no es sino arsénico. No sabemos si es que Scheele no lo conocía bien o es que esperaba que no diese problemas, pero el caso es que ahí estaba. Poco después hubo una epidemia de muertes de bebés y no se supo cuál era el motivo hasta que hacia finales del siglo XIX el químico Bartolomeo Gosio identificó finalmente el problema: los colores basados en el arsénicoEl papel pintado podría haber generado partículas de polvo al descamarse o incluso liberar gases tóxicos tras humedecerse y enmohecerse, envenenando a las personas.
Los bebés, más vulnerables, morían fácilmente, mientras que los adultos podían aguantar altas dosis de arsénico en el cuerpo. Al respecto del tema existe el rumor de que Napoleón murió envenenado, pero para saber más del asunto debes acudir a nuestro libro El pene perdido de Napoleón... y otras 333 preguntas de la Historia.


William Perkin (1838 - 1907) fue un químico británico que encontró por casualidad el tinte morado conocido como malveína mientras intentaba sintetizar una cura para la malaria en 1856. Con 18 años, intentando sintetizar quinina (el único remedio conocido, extraído de la corteza de un árbol de Sudamérica y tremendamente caro), se dio cuenta de que el residuo producido por su experimento podía servir como colorante, así que lo perfeccionó y patentó.
Montó una fábrica y le fue muy bien, ya que el malva podía sustituir al púrpura, color muy preciado desde que el tiempo es tiempo y muy caro de producir. Sería una española la encargada de darle notoriedad a ese nuevo color. Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y emperatriz de los franceses, era conocida por su ir a la moda, así que cuando utilizó el color, The Ilustrated London News informó a los británicos y a la reina Victoria del gusto de Montijo por ese nuevo color, así que Victoria la copiaría y asistiría a la boda de su hija con un traje malva.
Después de su éxito, Perkin se olvidó de la malaria y siguió desarrollando tintes sintéticos e incluso perfumes.



Jean-Baptiste Guimet (1795 - 1871) fue un químico francés que inventó el azul ultramar sintético. Guimet trabajaba como funcionario fabricando pólvora y se casó con la pintora Zélie Bidauld, así que no es extraño que se interesase por los colores y los problemas que estos solían dar.
Si a eso le añadimos que la Société d'encouragement pour l'industrie nationale puso un premio de 6.000 francos para quien consiguiese sintetizar un azul ultramar barato (hasta entonces se hacía pulverizando laspislázuli), ahí tenemos a Guimet acudiendo con la mano abierta y el azul ultramarino sintético bajo el brazo. Su coetáneo Christian Gmelin, un profesor de química alemán, desarrolló otro proceso para sintetizar el azul ultramar en la misma época.

Os dejamos con estos tres, y si vemos que el tema interesa, volveremos con unos pocos más.


***

Esta historia no está incluida en nuestro nuevo libro, El pene perdido de Napoleón... y otras 333 preguntas de la Historia, pero hay otras 333 que seguro que te resultarán muy interesantes.

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.