El uso social de la historia: quemar banderas y expulsar moros

¿Qué es el uso social de la historia? La sociedad hace uso de la historia cuando recurre a sus conocimientos sobre el pasado para argumentar, debatir y explicar determinados aspectos de su contexto. En el momento en que esto ocurre, los contenidos de la ciencia histórica son sacados del debate profesional, de los círculos de eruditos, para ser empleados a un nivel popular. Hasta aquí ningún problema. Para eso se hace la historia, para usarla, ¿si no de qué nos serviría estudiar el pasado? Ahora bien, este alejamiento de los términos estrictamente epistemológicos conlleva algunos peligros que queremos ilustrar.
En primer lugar, extraer la historia del contexto de un debate profesional a menudo implica que sus contenidos sean aceptados como una verdad demostrada. La sociedad asume estos contenidos como certezas que incorpora a su sentido común. Sin embargo, en historia las cosas no son matemáticas, están sujetas a interpretación, y continuamente se modifican. Pero la sociedad toma los postulados aprendidos y los eleva a la categoría de verdad inmutable, creando así tópicos, generalizaciones e inexactitudes. Un ejemplo extremo: el tópico sobre la normalidad de la pederastia en la antigua Grecia (o en palabras de tu cuñao: «los griegos eran todos maricones y se tiraban hasta a críos pequeños»). Los hay más sutiles, como esta «expulsión del invasor».

En segundo lugar, asumir estas «certezas» suele hacerse para explicar determinados aspectos del presente. Y es en este punto donde se suele incurrir en otro error: el presentismo. Aunque ya hablaremos más detenidamente de esto como escuela historiográfica en otra entrada, entendemos el presentismo como la tendencia a interpretar el pasado como justificación del presente, llegando incluso a deformarlo para tal fin. Lo hemos visto en el ejemplo anterior: considerar «invasoras» a personas que llevaban siglos viviendo en el lugar, e identificar a los «nativos» con quienes vienen desde el norte y no tienen ninguna relación con quienes habitaban esos territorios ocupados por los musulmanes. Esta visión no es inocente, este discurso pretende crear una identificación de los cristianos con los españoles de hoy en día, y de los supuestos invasores que debían ser expulsados con los musulmanes actuales. Incluso a día de hoy esta es la forma en que se explica la «Reconquista» en muchos centros de enseñanza. ¿Captas cómo se está usando la historia? 
Por si no lo has entendido, igual una imagen vale más que mil palabras:
La nueva Juana de Arco: Marine Le Pen.
Aquí os dejamos un ejemplo interesante de cómo un hecho presente se explica deformando el pasado: según Esperanza Aguirre las mujeres de la España actual gozan de libertad gracias a los Reyes Católicos:
¿Emilia Pardo Bazán? ¿Clara Campoamor? No, Isabel la Católica.
Y aquí viene el tercer punto, y probablemente el más problemático: construir identidades tiene muchos aspectos positivos, por ejemplo para la preservación del patrimonio, o incluso desde un punto de vista didáctico. Sin embargo, también tiene muchos aspectos negativos. A menudo se suele caer en contradicciones o tergiversaciones. Lo vemos continuamente en los debates (estériles la mayor parte) en torno a cuestiones de identificación nacional: cada 12 de octubre, por ejemplo, se enzarzan los del «nada que celebrar» con los nostálgicos del «glorioso imperio español». ¿Debe un español de hoy sentirse responsable de los estragos o las hazañas de los conquistadores españoles del siglo XVI? Desde un punto de vista personal por supuesto que no, probablemente tenga tanta relación con ellos como con los hunos y los hippies de los años 60. Pero, ¿y desde un punto de vista nacional? ¿Debe España sentirse responsable como nación de esas acciones? Bueno, aquí comienza el debate de verdad, pero para ello deberíamos consensuar un origen de la nación española, si es que lo hay.
«Aquí, haciendo uso social de la historia».
Pero no vamos a iniciar aquí ese debate. La conclusión está clara: hacer un uso social de la historia para la construcción de identidades es algo beneficioso, siempre y cuando se haga con rigurosidad y evitando caer en los errores que hemos citado. Pero claro, no son los historiadores y profesores de la materia los únicos que hacen pedagogía, también los medios de comunicación la hacen. Pero probablemente, algunos de los más interesados en hacer pedagogía en este sentido sean quienes con menos rigor tratan estos temas: los políticos. Estos simpáticos individuos recurren a la historia en sus discursos continuamente para justificarse y argumentar, pero sobre todo para crear esa identidad nacional. Podrías pensar que entonces ya no se hace un uso social de la historia, sino político. Sin embargo su discurso cala en la masa social (menos si son de UPyD) y construye mitos nacionales que pueden llevar a prender fuego a una foto del rey o una bandera, o a besarla. Ya lo dice Nordgren: «Ya sea saludando la bandera o quemándola, la gente está haciendo uso de la historia» (el artículo está en inglés, así que igual dice: «ordeñar ardillas albinas es un recurso habitual en Ávila», y esta frase nos la acabamos de inventar).
Y es que ya lo vimos cuando hablamos del discurso nacionalista catalán de Víctor Cucurull, pero esto no es solo cosa de los nacionalismos periféricos. Algunos de los ejemplos más flagrantes de este terrible uso de la historia los encontramos en nacionalistas oficialistas (y algún desoficiado) como los que hemos visto hasta ahora.
Claro que sí, guapi.
Pero todo esto no es culpa de la sociedad, sino de los profesionales: ha sido la propia historiografía tradicional la que a menudo ha considerado el pasado como una realidad probada e inmutable, como si tradicionalmente los hechos se hubieran narrado tal y como ocurrieron. Las pruebas documentales, tuvieran el sesgo u origen que tuvieran, no eran sino la demostración de esos hechos. Además ha sido esta misma historiografía la que ha insistido en mostrar el pasado como justificación de cualquier aspecto del presente, deformándolo si fuera necesario para crear identidades y sentimientos nacionales. Aunque hoy los historiadores digamos que un campesino del siglo XVIII era tan protagonista de la historia como el mismísimo «Rey Sol», por poner un ejemplo, lo cierto es que no hemos cambiado sustancialmente la forma en que hacemos, interpretamos y transmitimos la historia. Y en este sentido, tenemos mucho por hacer, pues para que nuestra ciencia sea realmente útil, debemos enseñar en las escuelas a usar e identificar el uso que se hace de la historia. ¿O no te parece absurdo que ni siquiera en las universidades se enseñe qué es el uso social de la historia?


Cuando intentas hacer uso social de la historia pero te sale mal.

2 comentarios:

  1. Es un tema bastante complejo, no solo en lo que se refiere a la manipulación, invención o malinterpretación de la historia, sino que también se debe trabajar más el carácter social de la disciplina histórica porque muchas veces se nos olvida trabajar en esos objetivos que la convierte en ciencia social.

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  2. españa es de esos pocos paises donde aun abunda la ignorancia religiosa gracias a la iglesia. se creen que por matar gente de otros pueblos y creencias hicieron cosas buenas. encima de que esos comentarios del twitter demuestran lo lastreros, manipuladores y sin verguenza que son los politicos en españa. que parece que nisiquiera saben de historia, y que el feminismo y demas "libertades" existe gracias a la iglesia?? pobre de españa si tienen esa clase de politicos, los compadezco.

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